Siempre se puede empezar de nuevo, decidir lo que se puede hacer y dar. Pensamientos del padre Carlos Padilla para cuando te falta ilusión
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| Elen Nika | Shutterstock |
Lo
peor que me puede pasar en esta vida es vivir anclado en la pereza. Dejar de
luchar, de confiar en que puede haber algo mejor.
Son esos momentos cuando ya no elijo las batallas que
quiero pelear. Me conformo con la vida como es.
Cuando pienso que no hay nada que
cambiar en mi interior, en los que me rodean, parece que todo está
bien, lo suficientemente bien.
Cuando creo que me basta con
ese pequeño bien que vivo cada día, con lo que he logrado, con lo que poseo.
Cuando los días pasan sin que intente ser mejor, sin esperar, sin
luchar. Cuando los demás avanzan y yo sigo quieto en mi lugar
sin hacer nada.
Desidia
Cuando nada parece
motivarme y no logro salir de mi desidia. Cuando las cosas
me dan igual.
Cuando no me tomo en serio nada de lo que hago. Cuando no pongo el
corazón en las cosas que antes me motivaban, cuando era
joven, cuando tenía sueños.
Cuando no me importa si voy o no voy, si hago o no hago, si digo o
callo. Cuando ya no lloro ni río, se han secado mis
lágrimas, se han apagado mis risas.
Cuando no me estremezco con cosas que antes me emocionaban hasta
las lágrimas, cuando era más sensible y no había construido aún muros de
protección en mi alma.
Cuando no entrego todo lo que tengo en el corazón, sino que me lo guardo por miedo a
que me hieran de nuevo y me hagan daño.
Porque el amor es asimétrico, y si trato de que sea igual lo que
doy a lo que recibo, acabaré dando menos, conformándome con un mínimo.
Y si pienso que no será nunca igual, intentaré superar en
generosidad a quien me ama, en una competencia por llegar al cien por ciento.
Dolor callado
Cuando no te digo te quiero, lo
callo, por sabido, y por sabido lo acabo olvidando.
Cuando no te grito «te odio» en mis enfados, ni en mis rabias. Y me guardo
el rencor en rudos silencios que expresan un dolor callado, lleno de amargura.
Cuando callo indiferente ante las cosas que pasan y no me tomo la
vida como algo importante, algo que se decide en las decisiones que tomo cada
día.
Cuando no soy el que quiero ser,
porque no
me esfuerzo, no me lo tomo en serio, no lo pongo como una meta.
Cuando dejo que el tiempo pase conformándome con una vida mediocre,
demasiado pobre, demasiado vacía.
Cuando no aspiro a las estrellas y siento que todo el cielo es
oscuro y sin
luz.
Punto de inflexión
En esos momentos creo que algo puede cambiar. Si me tomo más en
serio mi vida. Si aprendo de los errores del pasado.
Lo que no haga ahora nunca se hará. La persona
que no visite no me conocerá. Aquella a la que no responda, no sabrá de mí ni
yo de ella.
Las montañas que no escale nunca me conocerán. Las palabras que no
diga se quedarán sin voz.
Las canciones que no entone no rasgarán el silencio. Los pasos que
no dé se quedarán olvidados.
El perdón que no entregue nadie lo recibirá. El abrazo que no dé
se quedará perdido en el tiempo.
Las horas que no aproveche se perderán sin fruto. La semilla
que no entierre se pudrirá fuera de la tierra y quedará
infecunda. El amor que no dé se acabará muriendo.
Puedo cambiar las cosas
El
tiempo urge, y los días me enseñan que algo puede cambiar. Si me
lo propongo dejando a un lado mi tendencia a la procrastinación.
Esa actitud mía demasiado conservadora.
Puedo innovar y ser creativo. Puedo acabar
con mis egoísmos. Puedo crecer en mi capacidad de sacrificarme por
ti.
Sí, puedo hacerlo, puedo renunciar por ti, para que seas
feliz, para que disfrutes el momento, para que te
sientas amado por mí. De mí depende, de nadie más.
Le puedo echar la culpa a las circunstancias o a las decisiones
erradas que un día tomé. No importa.
Siempre puedo empezar a luchar de
nuevo. Elegir las batallas. Decidir lo que puedo hacer, lo que puedo
dar, lo que no me quiero guardar para que se acabe perdiendo.
Empezar a actuar
Hoy tomo propósitos y los escribo.
Con realismo. Sabiendo que después de decidir hay que ejecutar.
De nada vale poner cosas bonitas en un papel. Hay que concretar los
pasos que quiero dar.
¿En qué puedo mejorar? ¿Soy ya la mejor versión de mí mismo?
¿Puedo crecer en esas áreas de mi vida donde siento que estoy estancado?
Hoy me he decido a seguir de nuevo a Jesús. Sólo Él tiene palabras
de vida eterna y colma mi corazón. Sólo Él sabe lo que mi alma necesita.
Lo sigo a Él con toda mi alma, sin miedo, sin reticencias, sin
reservas. Se lo entrego todo para que haga mi vida de nuevo. Puede hacerla.
Detengo mis pasos y pienso. ¿Hacia dónde voy? Sigo las estrellas que
brillan en el firmamento confirmando mi sí de hoy.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






