27 – Marzo. Lunes de la V semana de Cuaresma
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Evangelio según san Juan 8, 1-11
Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó: «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no
peques más».
Comentario
Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más
El evangelio de hoy nos habla de la mujer adúltera.
Posiblemente uno de los pasajes más conocidos por los cristianos. En él
encontramos dos posturas antitéticas. La de los letrados y fariseos que no ven
más que los hechos externos: “una mujer sorprendida en flagrante adulterio”. Y
ahí se quedan y piden que sea apedreada como manda la ley. Muy distinta la
postura de Jesús. No se queda solo en los hechos externos, en el adulterio de
la mujer. Va más allá. Llega hasta el corazón de esa mujer y ve en él un
sincero y sentido deseo de arrepentimiento, un deseo de ser perdonada y no
condenada, un deseo de ser comprendida y amada y un deseo de comenzar una nueva
vida. Y Jesús, que no ha venido a castigar, sino a curar, a sanar, a perdonar a
todo corazón malherido, a alentar a que se vuelva siempre al buen camino… la
perdona y la acoge. El diálogo de Jesús con ella, después de haber puesto en
evidencia a sus detractores, está lleno de comprensión y de ternura: “Mujer,
¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno,
Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Fuente: Dominicos






