El nuevo obispo auxiliar de Barcelona ve necesario que haya laicos bien formados para dialogar con la sociedad. Como historiador, dice que la Iglesia no vive su peor momento
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| Foto: Europa Press/Lorena Sopena |
Le ha llegado la mitra el año en que cumple 25
años como sacerdote. ¿Cómo surgió la vocación?
En una parroquia de Barcelona. El origen fue en una salida parroquial, durante
la comida, al ver al sacerdote de mesa en mesa. Era feliz y la gente reía.
Quería ser como él. Luego la vocación va tomando forma, pero lo primero que me
llamó fue ver un sacerdote feliz.
Como sacerdote, los jóvenes han sido una
prioridad.
Es un campo apasionante y bonito. Hay que acompañarlos, dedicar muchas horas,
tomar algo con ellos, pasar ratos que parecen perdidos. En mi caso, he estado
muchas horas hablando de sus partidos, yendo a verlos. Cada momento abre el
corazón y da pie a muchas cosas, y lo que parece que no sirve, sí lo hace.
Tengo otra imagen, la de los jóvenes entrando y saliendo de la casa parroquial:
iban a la cocina y sabían dónde estaba cada cosa… Deben sentir que la Iglesia
es su casa y tener la libertad de expresarse como son.
Si no hubiese entrado al seminario, habría estudiado Historia. Evidentemente,
al formarme para el sacerdocio, todo iba dirigido a la Filosofía y la Teología.
Estaba estudiando Biblia cuando el entonces obispo auxiliar de Tarrasa, José Ángel Saiz Meneses [hoy arzobispo de Sevilla], me
propuso ir a Roma a hacer el doctorado sobre Sagrada Escritura en la Pontificia
Universidad Gregoriana. Fui, pero como el curso ya estaba empezado —era un mes
de enero— me dijeron que me tendría que esperar al siguiente. Me vi volviendo a
Barcelona, pero al salir me encontré con la puerta del Decanato de Historia y
pregunté. No me pusieron ningún problema y me quedé estudiando Historia,
porque, además, se necesitaba en Barcelona un profesor especializado en la Edad
Media.
Hablando de la Edad Media, ¿por qué tiene tan
mala fama?
Fue un tiempo difícil. De pandemias y guerras, como el nuestro. Pero si hacemos
comparaciones, el siglo XX fue mucho peor. En los siglos XVII y XVIII se empezó
a ver la religión como algo oscurantista, contrario a la razón, y se creó una
leyenda. Y ha triunfado. La Edad Media tuvo muchas dificultades, pero también
belleza. Fue la edad del gótico, de las universidades, de los primeros grandes
descubrimientos. Hubo un montón de realidades llenas de luz. En el fondo, el
último regalo que nos dejó esta etapa es el renacimiento. No es justo decir que
fue la época más oscura.
¿Qué puede aprender la sociedad y la Iglesia de hoy de aquella época?
Sobre todo, la firmeza en la experiencia de la fe. Tenían una vida más corta
que la nuestra y muchas más limitaciones, pero estaban profundamente unidos a
Dios. Nuestro tiempo tiene más dificultades con la trascendencia. La Iglesia
estaba muy encarnada, con grandes experiencias de sacerdotes y monjes que
compartían la vida con su pueblo. Hoy debemos volver a transmitir a la sociedad
la alegría del Evangelio. Hay que ayudar al mundo a vivirla, a recuperar lo más
hondo y necesario.
¿Vive la Iglesia el peor momento de la
historia?
Como dice Charles Dickens, el mejor y el peor de los tiempos es el que cada uno
vive. La Iglesia ha vivido momentos más difíciles que el actual. Pensemos en
los sacerdotes de la Francia revolucionaria. Más que ver si es peor o mejor, debemos
contemplar a los que nos han precedido. Por ellos estamos hoy aquí. Mantuvieron
la esperanza y transmitieron el Evangelio. Nosotros tenemos que hacer lo mismo.
¿Es la presencia de la Iglesia en el mundo de
la cultura un reto?
Es uno de ellos. Por ejemplo, en Barcelona creamos la Facultad Antoni Gaudí de
Historia de la Iglesia, Arqueología y Artes Cristianas con la intención de
estar presentes en este mundo. Venían de otras universidades a explicarnos
nuestras catedrales y basílicas y lo hacían con un discurso que no era el
nuestro. Hay otra forma de mostrarlas, más honda y acertada. La Iglesia debe
esforzarse para estar en el mundo de la cultura. Y formar a los laicos.
Necesitamos gente formada y con raíces cristianas para estar en diálogo con el
mundo.
¿Cuál va a ser su prioridad como obispo
auxiliar?
Estar al servicio de lo que diga el cardenal y ser un colaborador constante y
leal. Me gustaría atender a los sacerdotes. Es importante cuidar al cuidador,
para que luego puedan atender a los demás. La primera parroquia de un obispo
son los sacerdotes.
Bio
Nació en Barcelona en 1973 y fue ordenado sacerdote en 1998. Con la división de la archidiócesis de Barcelona en 2004, se incardinó en Tarrasa. Allí ha sido párroco, arcipreste y delegado de Catequesis. Esta labor la ha compaginado con la docencia en la Facultad de Teología de Cataluña y en la Facultad Antoni Gaudí de Historia, Arqueología y Artes Cristianas.
Fran
Otero
Fuente: Alfa y Omega






