31 – Marzo. Sábado de la V semana de Cuaresma
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Dominio público |
Evangelio según san Juan 11,
45-57
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte.
Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Se
acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a
Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y,
estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿Vendrá a la
fiesta?». Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se
enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Comentario
En este pasaje, san Juan nos da a
conocer las intenciones de los adversarios del Señor prácticamente en vísperas
de la Pasión, es decir, para nosotros en puertas de la Semana Santa que la
actualiza y conmemora. Es evidente que cada una de esas discusiones merecería
un largo comentario. Sin embargo, hoy vamos a fijar nuestra atención en un
detalle que parece marginal pero que reviste gran importancia. Sobre todo en
nuestra época, tan dominada por las imágenes y toda clase de ruidos, debidos en
gran parte a las nuevas tecnologías.
El evangelista precisa que los
judíos “desde aquel día decidieron darle muerte”. ¿Qué hace él al saberlo?
“Entonces Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se marchó de
allí a una región cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraím”. En su
reacción, podemos ver una medida de prudencia, puesto que no había llegado
todavía la hora de su sacrificio, fijada por el Padre y no por los hombres. Tal
interpretación es legítima, sin duda alguna.
Sin embargo, podemos pensar
también en algo más profundo y espiritual, en algo que nos puede ayudar en
nuestra preparación de la Semana Santa para participar plenamente en las
ceremonias del Triduo Santo. Como en tantas otras ocasiones, nuestro Señor siente
la necesidad de recogerse, de entrar a fondo en su alma para afrontar la
terrible prueba de la Pasión. Con frecuencia los Padres de la Iglesia y los
autores de libros de espiritualidad han puesto de relieve la intensidad de su
vida de oración. Aquí tenemos una nueva prueba.
Como propósito concreto de
nuestra oración, podríamos pensar en un punto del libro “Camino” de san
Josemaría: “Recógete. —Busca a Dios en ti y escúchale” (n. 319). Tratar de
recogernos en vísperas de la Semana Santa y a lo largo de toda ella, siguiendo
quizás un consejo del papa san Juan Pablo II. Efectivamente, los de más edad
nos acordamos de que proponía a los cristianos un “ayuno televisivo”. Está
claro que su sugerencia se puede aplicar también a los nuevos medios de
comunicación: smartphone, ordenadores, etc., y, sobre todo, a las conexiones a
Internet. Pidamos pues a la Virgen María que nos ayude a guardar todas estas
cosas, ponderándolas en nuestro corazón (cfr. Lc 1, 19).
Alphonse Vidal
Fuente: Opus Dei