20.4.23

EVANGELIO DEL DÍA

20 – Abril. Jueves de la II semana de Pascua

Misioneros digitales católicos MDC

Evangelio según san Juan 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él».

Comentario

En este breve pasaje, puesto en boca de San Juan Bautista, se nos ofrece un resumen de la revelación de Jesús, a través del testimonio del Espíritu.

El tema principal es la relación entre el Padre y el Hijo y el testimonio tan especial que "el que viene de lo alto", Cristo, nos ofrece del Padre.

Todos los profetas –también Juan Bautista, como el último de ellos– dieron testimonio de la luz, pero no eran la luz (cfr. Jn 1,7-8). Jesucristo es la luz del mundo no porque hable las palabras de Dios, sino porque es propiamente la Palabra de Dios.

Ganar altura implica alcanzar una mayor perspectiva. La superioridad de Jesús es aquella de quien está en lo alto, de quien viene del cielo y ha visto las cosas como realmente son.

Hace unos días, durante la Semana Santa, contemplamos a Jesús colgando del madero en el Calvario, un lugar elevado. Desde esa altura, tendría más perspectiva que los que estaban abajo.

Por eso, muchas veces los que sufren entienden la vida de una manera más profunda. Quien está clavado en una cruz tiene la oportunidad de observar la realidad como Dios la mira desde el cielo. Pero depende siempre de si la acepta o la rehúye.

A veces es difícil de aceptar, pero la superioridad de la que habla Jesús no se consigue dominando, sino cargando nuestra cruz hasta nuestro calvario personal. Creer en el Hijo de Dios significa seguirle hasta el final.

"Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga" (Mc 8,34). En este seguimiento de Cristo nos jugamos nuestro creer. Por eso, en cierta manera, la fe es un cambio de perspectiva, que no depende tanto de cómo lo vemos nosotros, sino de la altura que dejamos que Cristo alcance en nuestro interior.

Pablo Erdozáin

Fuente: Opus Dei



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