18 – Abril. Martes de la II semana de Pascua
Evangelio según Juan 3, 7b-15
Misioneros digitales católicos MDC
No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?».
Le
contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad,
en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que
hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas
terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie
ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo
mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado
el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Comentario
La liturgia, en continuidad con
el día de ayer, nos presenta la segunda parte de la conversación entre Nicodemo
y Jesús. El Señor está invitando a este judío influyente a abandonar sus
esquemas de pensamiento y a acoger el mensaje sobre un nuevo tipo de vida
“según el espíritu”. Estas palabras, sin embargo, dejaron bastante
desconcertado a Nicodemo y no puede más que preguntar: ¿y eso cómo puede ser?
Quizá con un poco de ironía,
Jesús le responde que resulta curioso que un “maestro de Israel” quede tan
desconcertado ante las cosas de Dios, que se supone son de su competencia. Pero
no lo deja en la oscuridad y pasa a revelarle un gran misterio. En la primera
parte de su conversación, Jesús señaló que la nueva Vida vendría a través del
Espíritu Santo (cf. Jn 3,5). Ahora le enseña que esta Vida nos será donada
también gracias a Él. Para mostrarle de qué modo sucedería esto, Jesús hace un
paralelismo con la historia de Moisés y la serpiente de bronce (cf. Núm 21,
4-9).
En aquella ocasión, el pueblo,
notando el peso de su peregrinar por el desierto, comenzó a sentir nostalgia de
sus días en Egipto y a maldecir a Dios y a Moisés por su situación. Dios, en
castigo por su ingratitud, envió unas serpientes venenosas que generaron un
gran estrago en el pueblo. Pero Moisés intercedió por la gente ante el Señor,
que le mandó hacer una serpiente de bronce y ponerla en alto a la vez que le
indicaba: “todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá” (Núm 21,8).
Este misterioso símbolo es
retomado por Jesús para mostrar, pues, de qué modo Él nos daría la Vida Divina.
Al igual que la Serpiente de bronce sanaba a los que se encontraban en el lecho
de muerte por la mordedura de serpiente -evocando el drama del pecado de
nuestros primeros padres- de igual modo daría Jesús la vida a todos aquellos
que “mirasen al que traspasaron” en la Cruz (cf. Jn 19, 37).
El mensaje que Jesús anuncia a
Nicodemo es una invitación a acoger la vida que Dios nos ofrece y, al igual que
los Israelitas en el desierto, quedar curados de nuestras heridas y miserias.
Para esto, es interesante entonces escuchar lo que el Señor nos enseña hoy: que
la Vida con mayúscula es posible si miramos y tenemos puesto nuestro corazón en
Jesús Crucificado.
Martín Luque
Fuente: Opus Dei





