El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, defendió la Humanae vitae de San Pablo VI, y tras considerarla una “encíclica audaz y profética”, señaló que “su mensaje se mantiene hoy vigente y actual”
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Cardenal Luis Francisco Ladaria. Crédito: Daniel Ibánez / ACI Prensa |
Al participar esta mañana en la
conferencia “Humanae vitae, la audacia de una encíclica sobre la sexualidad y
la procreación”, organizada en Roma por la Cátedra Internacional de Bioética
Jérôme Lejeune, el Cardenal Ladaria resaltó la audacia “profunda” de esta carta
publicada por Pablo VI en 1968.
“Para la encíclica, la naturaleza
no está en tensión con la libertad, sino que da a la libertad los significados
que posibilitan la verdad del acto de amor conyugal y le permiten su plena
realización”, destacó el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
“Ésta es, a mi modo de ver, la
verdadera audacia de Humanae vitae y que da a la encíclica su radical
actualidad”, añadió.
Los peligros del rechazo de la Humanae vitae
El Purpurado advirtió que
“rechazar la encíclica no supone, solamente, aceptar la moralidad de la
anticoncepción, sino que implica asumir una antropología dualista que ve en la
naturaleza una amenaza a la libertad y que considera que manipulando el cuerpo
se pueden cambiar las condiciones de verdad del acto conyugal”.
“La posibilidad de un amor con
sexo pero sin hijos derivará en la realidad de un sexo sin amor, que no sólo ha
producido una trivialización de la sexualidad humana, sino que ha provocado una
transformación de la comprensión de lo que es la intimidad sexual y de lo que
son, a nivel social, las relaciones sexuales”.
Más adelante, el Cardenal Ladaria
lamentó que el rechazo de la Humanae vitae no sólo haya afectado la
visión del amor y la sexualidad humana, sino también “la percepción del propio
cuerpo”.
“La antropología anticonceptiva
es una antropología dualista que tiende a considerar el cuerpo como un bien
instrumental y no como una realidad personal”, subrayó, añadiendo que el lema
“Mi cuerpo me pertenece”, tan citado hoy, precisamente “recoge ese carácter
instrumental del cuerpo, ese dualismo, donde el cuerpo queda reducido a pura
materialidad y, por tanto, a objeto susceptible de manipulación”.
Como denunció el Cardenal
Ladaria, esta cosificación del cuerpo trae consigo varias consecuencias, pues
“no sólo supone la pérdida de la verdad del amor humano y de la familia, sino
que ha producido una alarmante disminución de los nacimientos y una
multiplicación del número de abortos”.
A ello se suma el hecho de que
“el rechazo a la indisolubilidad de los dos significados, que proclamaba la
regulación de la natalidad con el uso de los anticonceptivos, ha evolucionado
en la manipulación artificial de la transmisión de la vida, a través de las
técnicas de reproducción asistida”.
El Purpurado indicó, además, que
mientras al inicio “se aceptó una sexualidad sin niños”, luego se pasó a
aceptar “producir niños sin el acto sexual”.
“La vida, fabricada, ya no se
considera, por sí misma, como ‘don’, sino como ‘producto’ y pasa a ser valorada
en función de su utilidad”, señaló.
Para el Cardenal Ladaria, “la
calidad de vida se convierte así en un concepto discriminante entre vidas dignas
de ser vividas y vidas indignas y que, por lo tanto, pueden ser suprimidas:
abortos eugenésicos, eliminación de personas con discapacidad, eutanasia de
enfermos terminales, etc.”.
“Y todo ello edulcorado con una
cierta ‘compasión’ hacia las personas que se encuentran en estas situaciones
(eliminando al enfermo), compasión hacia sus familiares y hacia una sociedad
que se librará de costes innecesarios”, criticó.
La ideología de género y el
transhumanismo
El prefecto del Dicasterio para
la Doctrina de la Fe afirmó que “esa manipulación del cuerpo” se encuentra
“presente en dos ideologías actuales: la ideología de género y el
transhumanismo”.
“Las dos parten de la premisa de
que no existe ninguna verdad que puede limitar la implantación de sus
postulados ideológicos. De nuevo la libertad se coloca en contraposición a la
naturaleza”, hizo notar.
En cuanto a la ideología de
género, si esta “pretende que los ciudadanos construyan socialmente su propio
sexo, a partir de una supuesta neutralidad sexual, entonces debe negar una
verdad antropológica básica como es el dimorfismo sexual (varón y hembra)
propio de la especie humana”.
Por eso, indicó, “la ideología de
género, niega que la identidad de la persona esté relacionada con su cuerpo
biológico: la persona se identifica no por su cuerpo (sexo) sino por su
orientación. Se borra toda relación con el género binario para proclamar la
diversidad sexual”.
En cuanto al transhumanismo,
de igual forma en él “la persona queda reducida a su mente, o mejor dicho, a
sus conexiones neuronales como soporte de su singularidad. La singularidad es
ahora la esencia de la persona, sin el cuerpo, que la identifica y que puede
ser transferida a otro cuerpo humano, a un cuerpo animal, a un cyborg o
a un simple archivo de memoria”, expresó.
Para el Cardenal Ladaria, “en
esta antropología, el cyborg aparece como su realización plena”, e
incluso “el cyborg proyecta la ideología de género hacia un
futuro post-género”, con lo que se evidencia que “el transhumanismo
quiere, a través del cyborg, que ese futuro sea además post-humano”.
¿Cuál es entonces la vía de
salida? El Purpurado español manifestó que “la única respuesta posible frente a
estas ideologías pasa por el redescubrimiento de una antropología integral de
la persona, como proponía Humanae vitae, como unidad de cuerpo y alma; una
antropología capaz de comprender la plenitud la libertad en la integración con
la naturaleza humana”. He ahí parte del valor profético de la encíclica.
Humanae vitae: “Respuesta
correcta” a los “antihumanismos”
Al concluir su mensaje, el
prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe resaltó que la Humanae
vitae “sigue vigente porque es la respuesta correcta, desde el Magisterio,
a las antropologías dualistas que quieren instrumentalizar el cuerpo y que no
son nuevos humanismos, postmodernos y seculares, sino verdaderos
anti-humanismos”.
“La encíclica nos propone una
antropología de la totalidad de la persona, una antropología capaz de aunar la
libertad con la naturaleza”, destacó.
Por Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: ACI Prensa