6 – Mayo. Sábado de la IV semana de Pascua
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Evangelio según san Juan 14, 7-14
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En
verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo
hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi
nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me
pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
Comentario
La afirmación de nuestro Señor —
“Nadie va al Padre si no es a través de mi” — puede escribirse también en
términos positivos: “Todo el mundo puede ir al Padre a través de mi”. El
objetivo final es la vuelta a la casa paterna. Dios nos ha creado y a Él hemos
de volver si somos fieles. Por eso, sin duda, Jesús da estas indicaciones: él
es el Camino, el único, que lleva al Padre. San Josemaría se esforzó siempre en
su vida de piedad en seguir este itinerario; lo aconsejó también a todos los
que le pedían una orientación para su vida espiritual. Porque Jesús nos dice
que él es el “Camino” y que, si recurrimos a él y lo tratamos, él nos conducirá
al Padre. A Dios Padre, para resaltar así su paternidad y, al mismo tiempo,
nuestra filiación. Siempre nos aconsejó que busquemos en todo y para todo el
fundamento sólido de la filiación divina. No sólo en momentos determinados de
la vida, por ejemplo, cuando llegan las contradicciones y las dificultades,
sino también en nuestra vida de cada día.
También en el evangelio de hoy,
Jesús nos revela que conocer a Cristo es conocer al Padre “Quien me ha visto a
mí ha visto al Padre”. Toda la vida de Cristo es revelarnos al Padre, y
mostrarnos el gran amor que Dios nos tiene para que seamos hijos de Dios. En
palabras de san Josemaría “Dios nos espera, como el padre de la parábola,
extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como
en el caso del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que
tengamos añoranza del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos
alegremos ante el don que Dios nos hace de podernos llamar y de ser, a pesar de
tanta falta de correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos suyos”
(La conversión de los hijos de Dios, 64)
Y como somos hijos de Dios, Él
quiere ayudarnos. Jesús nos invita a pedir lo que necesitamos a Dios a través
suyo. Quiere que pidamos aquello que conviene a nuestra salvación. Así “lo que
pidáis” se entiende como lo que es bueno para el que pide. Cuando nos concede
lo que pedemos es que conviene para nuestra salvación.
Pidamos a la Virgen María que nos
ayude a dar una vez más el primer paso para tratar con la mayor intimidad
posible a su Divino Hijo, en su Santa Humanidad.
Alphonse Vidal
Fuente: Opus Dei






