Francisco ha recibido este viernes a la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, que está celebrando su asamblea plenaria
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El Papa se reúne con miembros de la Pontificia Comisión para la protección de menores. Foto: Vatican News |
El Papa Francisco ha recibido este viernes a la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, que ha
celebrado esta semana su asamblea plenaria, una ocasión que el Pontífice ha
aprovechado para recordar que «ahora es el momento de deshacer el daño causado
a las generaciones que nos antecedieron y a las que siguen sufriendo».
Para ello, en
su intervención ha propuesto tres principios sobre los que se debe
sustentar «una espiritualidad de reparación». En primer lugar, ha invitado a
sacar esperanza de la desesperación y vida de la muerte: «La terrible sensación
de pérdida experimentada por tantos a causa del abuso a ces puede parecer
demasiado difícil de soportar. Pero el Señor puede devolver la vida a los
huesos secos». Y los ha instado a no bloquearse, a seguir extendiendo la mano y
tratando de infundir confianza en aquellos: «No os desaniméis cuando parezca
que poco está cambiando a mejor. ¡Perseverad!».
En segundo lugar, les ha pedido que contribuyan a recuperar
a las personas que han sufrido el abuso, pues «lo que se rompe no debe quedar
en pedazos». «Por eso, donde la vida se ha roto, os pido que contribuyáis a
reunir sus pedazos, con la esperanza de que lo que se ha hecho añicos pueda
recomponerse», ha añadido.
Francisco ha recordado un encuentro con un grupo de víctimas
y de cómo la escucha y la acogida les ayudó a recuperar el sentido de esperanza
para el futuro. Así, ha constatado que «reparar los tejidos desgarrados de la
historia es un acto redentor, es el acto del Siervo sufriente, que no rehuyó el
dolor, sino que cargó sobre sí con toda culpa».
Por último, ha recordado que este momento de reparación de
la Iglesia «dará paso a otro momento de la historia de salvación: «No olvidemos
que las llagas de la Pasión permanecieron en el cuerpo del Resucitado, pero ya
no como fuente de sufrimiento o de vergüenza, sino como signos de misericordia
y de transformación».
Con todo, el Papa ha recalcado que la tarea de reparar los
abusos, «una herida terrible de la Iglesia», y la protección de los menores
«debe ser una norma para todos». En la vida ordinaria de una diócesis, en sus
parrouias y seminario, en la formación de catequistas, maestros y agentes de
pastorales, pero también en la vida religiosa o en la clausura.
«Los principios de respeto a la dignidad de todas las
personas, buena conducta y estilo de vida saludable deben convertirse en norma
universal, independientemente de la cultura y la situación económica y social
de las personas. Todos los ministros deben exhibirlas en el servicio a los
fieles. Una cultura de la tutela solo tendrá lugar si hay una conversión
pastoral a tal efecto entre los líderes», ha recalcado.
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega