El 29 de mayo de 1930, la Hermana Lucía recibió la última visita decisiva que abriría el camino para el reconocimiento de la devoción al Inmaculado Corazón de María por Pío XII en 1942, y cambiaría el curso de la Segunda Guerra Mundial
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| Sor Lucía de Fátima. Dominio público |
Mayo
de 1930, 13 años
después de las apariciones a los tres pastorcitos en la Cova da Iria, a dos
kilómetros de Fátima. Lucía tiene 23 años y es novicia de
las Hermanas de Santa Dorotea en Tuy (España).
Solo queda ella, la única de los tres videntes que la Virgen
escogió para anunciar al mundo su Inmaculada Concepción.
Sus
primos Francisco y Jacinta murieron dos años
después de las apariciones (Francisco en 1919 y su hermana menor, al año
siguiente, 1920).
«Volveré…»
La Virgen había anunciado a los niños que volvería a pedir la consagración de Rusia a
su Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados.
Eso lo hizo por primera vez el 10 de diciembre de 1925 en Pontevedra,
donde se apareció a Lucía, en su dormitorio, para darle los detalles de esta
devoción y pedirle que comenzara a propagarla.
«Tú, al menos, procura consolarme
y di que todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado se confiesen,
reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me hagan 15
minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con el fin de
desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las
gracias necesarias para la salvación de sus almas».
Apariciones de Jesús
Luego, en 1926, todavía en
Pontevedra, ya no fue la Virgen sino el Niño Jesús quien se apareció a
Lucía para confirmarle la voluntad del Cielo de ver extendida esta devoción.
Y en 1930, el Señor fue más allá al pedirle a sor Lucía que transmitiera su petición al mismísimo
Papa.
Quiere que esta devoción se convierta en una práctica estable,
aprobada, extendida y alentada por la Iglesia.
Estamos en la noche del 28 al 29 de mayo de 1930. El Señor le
confirma los objetivos de esta práctica:
«He aquí, hija mía, la razón
por la que el Inmaculado Corazón de María me hace pedir por este pequeño acto
de reparación, y a motivo de él, más de Mi misericordia para perdonar a las
almas que han tenido la desgracia de ofenderla».
El Señor acababa de explicar a la joven el porqué de estos cinco
sábados: porque hay cinco ofensas y blasfemias profesadas contra el Inmaculado
Corazón de María: contra la Inmaculada Concepción,
contra su virginidad,
contra su divina
maternidad y contra que ella es la Madre de los
hombres.
Y luego están las blasfemias de aquellos que
públicamente buscan poner en el corazón de los niños la indiferencia o el
desprecio, o incluso el odio hacia la Madre Inmaculada, y las ofensas de
aquellos que la ultrajan directamente en sus santas imágenes.
Los resultados
Más adelante, la Hermana Lucía indicará que no basta con hacer
estos «cinco sábados» una sola vez. Porque «cada vez que los hacemos, podemos
conseguir la conversión de
un mayor número de pecadores«, dice sor Lucía.
La devoción restauradora se propone como un
medio para convertir a los pecadores que están «en mayor peligro de perderse»,
y como una intercesión
«muy eficaz» para obtener del Inmaculado Corazón de María
la paz en
el mundo.
Así, el 31 de octubre de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, en un discurso difundido
por radio, el papa Pío XII consagró «la
Iglesia y el mundo al Inmaculado Corazón de María«.
El 8 de diciembre
del año siguienterenovó la consagración de forma solemne.
Los alemanes sufrieron serios reveses y la guerra dio un nuevo giro, visto por
Lucía como el fruto de esta consagración del Santo Padre.
Viendo los resultados obtenidos, el 4 de mayo de 1944, Pío XII decretó que cada año, el 22 de agosto, octavo día de la Asunción, toda la Iglesia celebrara una fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María.
Fuente: Aleteia






