«Como los medios humanos ya no alcanzaban, decidimos intensificar los sobrenaturales. Hicimos una novena»
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David, en silla de ruedas, y su esposa. David Rodríguez Nieto |
Empezó con un dolor en la muñeca,
pero se extendió. Cinco años de dolores intensos y operaciones. Perdió la
movilidad y la sensibilidad del lado derecho de su cuerpo. Le dieron la
incapacidad y ninguna esperanza de recuperación. Pero nunca perdió la fe.
Cuando los medios humanos se agotaron, pidió que le acompañaran en una novena a
Isidoro Zorzano. El milagro es asombroso.
El médico no daba crédito. David
entró a la consulta del médico andando. Con él, su mujer, Teresa. El doctor no
le reconocía. Se convenció de que realmente era su paciente porque identificó a
su mujer. Recordaba a David en silla de ruedas, con los dedos de una mano
engarrados, afligido por el dolor. No podía creer que de repente, después de
tanto tiempo, estuviera tan… sano.
Le hizo el reconocimiento, y
asombrado le dijo: «Efectivamente, estás curado». No daba crédito.
Le preguntó qué había hecho al
margen del tratamiento, que –por otra parte- era ya para mitigar los dolores,
no para una cura, que quedaba descartada médicamente.
David respondió: «Como los medios
humanos ya no alcanzaban, decidimos intensificar los sobrenaturales. Hicimos
una novena».
El doctor, perplejo, preguntó qué
era una novena.
David y Teresa se lo explicaron: nueve días pidiendo la intercesión a un santo
o a alguien de quien se crea en su santidad (en este caso a Isidoro
Zorzano). Ojiplático, el médico rehizo el informe y le recetó: «Siga usted
tomando novenas».
La enfermedad
David Rodríguez Nieto vive
en Vallecas, un barrio humilde de Madrid. Casado, padre de
cinco hijos, todos menores de edad. Era feliz en casa y en su trabajo, profesor
en un colegio. Un día, hace cinco años, moviendo un mueble se hizo daño.
Parecía algo de un tendón en la
mano derecha, y necesitó de una operación. Se complicó y le afectó a otros
nervios. Más operaciones. Empeoró. Se extendió. Le afectó al equilibrio, a
temas neuronales, se le quedaron los dedos agarrotados.
Los dolores eran muy intensos. Le
colocaron un neuroestimulador, que al principio pareció funcionar, pero su
cuerpo lo rechazó por algún tipo de alergia. Perdió la sensibilidad, y
finalmente, quedó en silla de ruedas. Y con dolores tremendos que apenas
le permitían conciliar el sueño.
Pero él lo llevaba con una
entereza encomiable. Cuenta a Aleteia que en esos cinco años «he rezado
por curarme, otras veces por aprender a convivir con ello, otras veces te
cabreas y te preguntas ‘¿qué he hecho yo para merecer esto? Iba por días'».
Pero en todas esas fases, nunca cuestionó su fe. Sabía que, lo entendiera o no,
Dios estaba detrás de esto.
Sólo quedaba esperar un milagro
En una de las últimas consultas,
el médico no le dio buenas noticias: «Cuando veo que todos los medios médicos
me dicen que la única es esperanza es una operación del neuroestimulador para
disminuir el dolor, pero ninguna esperanza de curarme. Es en ese momento cuando
piensas, ahora de verdad».
Ese «ahora de verdad» significa
que ahora de verdad sí que tiene que pedir el milagro con toda su fe. Y
con la confianza de que podía pasar, no como si fuera una lotería a ver si
toca. Y tenía claro a quién pedírselo y por qué.
La novena
David y Teresa se casaron en la
parroquia de San Alberto Magno, en Vallecas. En esa iglesia está
enterrado Isidoro Zorzano, un compañero de clase de San Josemaría y
primer miembro del Opus Dei.
«En mi casa, somos muy de pedir
cosas a Isidoro Zorzano. Nos ha hecho favores cotidianos. Y dijimos, ‘¿por qué
no?’ Ya que nos ha ayudado en pequeñas cosas, que haga algo más gordo», cuenta
David, con la naturalidad de quien tenía plena confianza porque ya había
experimentado pequeños milagros.
Así que se decidió a mover por
grupos de redes sociales un mensaje muy campechano invitando a quien quisiera a
unirse a una novena a Isidoro Zorzano para pedir su curación, porque él «quería
volver a trabajar».
Y el mensaje comenzó a circular.
Primero por la familia, muy
numerosa, colegio, amigos, parroquia… y se fue extendiendo por conocidos,
desconocidos, etc. David vio cómo muchísimas personas se ponían a rezar por
él. «Tenía una esperanza real. No fue en plan a ver qué pasa, a ver si
tengo suerte. Tanta gente rezando que pensaba que Isidoro iba a tener que hacer
algo. Estaba impresionado porque había tanta gente rezando que se nos
había ido de las manos«.
Así que pensaba que «Isidoro va a
tener que hacer algo». Y añade: «Era el último cartucho. Si me curo, me
curo. Tenía la impresión de que sí». Tan convencido estaba de que algo podía
pasar, que medio en broma medio en serio, ya durante la novena, cenando con
unos amigos en casa, les dijo: «Oye, acordaos de que el domingo jugamos al
pádel».
El milagro
Era sábado. Último día de la
novena. La enfermedad avanzaba. David había quedado con su amigo Carlos para
acompañarle a hacer unas gestiones a El Escorial, un pueblo en la sierra
madrileña. Iban en el coche de Carlos. Entonces, David comenzó a sentir un
hormigueo en la pierna. David comenzaba a sentir los dedos y se lo dijo a su
amigo, quien le recordó que aún le quedaba por rezar la última estampa de la
novena.
Pararon en una gasolinera.
Rezaron la estampa muy emocionados. David salió del coche por su propio pie. El
equilibrio que perdió hacía años, había vuelto. Y la sensibilidad. Los dedos se
habían vuelto a estirar. El dolor había desaparecido. Se abrazó
emocionado a su amigo e inmediatamente llamó a Teresa para anunciarle el milagro.
Ya curado, volvió a enviar otro
mensaje para comunicar la noticia y pedir otra novena, esta de acción de
gracias. Éste fue su mensaje:
Querida familia y amigos:
Lo primero de todo GRACIAS,
gracias porque estos 9 días han sido impresionantes, nos habéis acompañado y
nos habéis enseñado mejor que nadie lo que es la Comunión De los Santos, y
sobre todo el poder de la Oración… GRACIAS porque en estos 9 días, hemos
ido curando «heridas del alma», y hemos ido creciendo en FE… Poco a poco…
la FE no viene de golpe, y debe seguir creciendo… De salud… podríamos
decir que estoy casi curado, y casi no nos lo creemos, pero es así… flojo, pero
sin dolor y pudiendo volver a andar… los músculos un poco atrofiados después de
tanto… así que solo podemos decir GRACIAS… Como habéis demostrado una FE
increíble, nos atrevemos a pediros una nueva novena… esta vez para
AGRADECER… Por eso os animamos a que sigáis caminando con nosotros otros
9 días… desde mañana hasta el día 15 de Mayo… 9 días de AGRADECIMIENTO a
ISIDORO… Agradecidos, os damos las gracias por TANTO…
«Soy un milagro viviente»
«Ahora tengo varios meses
de rehabilitación por delante porque tengo los músculos acartonados, no tengo
fuerza en las manos, me canso enseguida», cuenta David sabiendo que los dolores
se han ido y que volverá a trabajar. Eso en lo físico, pero en lo
espiritual se siente abrumado «porque no quiero ser protagonista, el
mérito es de Dios a través de Isidoro. No lo estoy viendo de la barrera, estoy
dentro de la plaza. Yo estoy agradecido, continuamente dando gracias, pero el
modelo a seguir no soy yo».
Tiene claro que quiere que su
historia se conozca:
«Yo cuento lo que sea pero para
acercar a la gente a Dios, no quiero ser showman. Pero yo quiero contar la
realidad para que la gente crea y podamos tener más milagros».
Además, ya se está moviendo para
que ‘su milagro’ sirva para el proceso
de beatificación de Isidoro Zorzano, quien actualmente es Venerable.
Fuente: Aleteia