Vigésimo primer día: Explicación de las letanías
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Aciprensa |
Domus aurea
Casa de oro. Aunque esta
comparación esté muy por debajo de la dignidad y de las virtudes de la Madre de
Dios, no deja de tener el mérito de la justeza: ¿no se puede llamar Casa de oro
a María, cuyo seno fue el tabernáculo del Hijo de Dios vivo? ¿Aquella que es la
obra maestra de la Omnipotencia? Y como el oro es el símbolo de la pureza,
María que es por siempre pura y está exenta de pecado, ¿no merece el título de
Casa de oro?
Foederis arca
Arca de la Alianza. El arca de la
alianza que siempre fue para los judíos el monumento más respetable de su
religión, tiene tantas relaciones con María que la Iglesia la mira como una
figura de la Madre de Dios. Efectivamente, trayendo a la memoria algunos
objetos de comparación, hacemos notar que como las tablas de la antigua ley
fueron conservadas en el Arca, el legislador de la nueva, Jesucristo, quiso
estar durante nueve meses en el casto seno de María. Y si el Arca traía a los
Israelitas los recuerdos de la Alianza que Dios había celebrado con ellos,
María nos recuerda, también, la nueva alianza, que el hijo de Dios nos hizo
contraer con su Padre, tomando en el seno de María la vida que entregó
generosamente para rescatarnos.
Ejemplo
San Bernardo, célebre Abad de
Clervaux, y el último de los Padres de la Iglesia, parece haber asumido el
trabajo de reunir, en sus piadosos escritos, todo lo que en los siglos
precedentes se había dicho de más bello y conmovedor sobre la Santísima Virgen,
como si reuniera en su corazón todas las tiernos afectos de sus más fervientes
servidores. No se puede leer lo que compuso en alabanza de la la Virgen sin
sentirse penetrado de respeto, de confianza y de amor por ella; y él mismo, lo
estaba de tal manera, que el recuerdo de sus grandezas y sobre todo de su
bondad, le hacía caer en éxtasis. Esta buena madre quiso mostrar sensiblemente
en su persona cuánto atrae las bendiciones el coraje de abandonar los afectos
de la naturaleza, en especial sobre aquellos que se parecía abandonar ya que
toda su famili, primeramente tan opuesta a su retito, terminó por compartir con
él sus santas dulzuras.
Roguemos a María llenar nuestros corazones de cariad con el fin de que sean una morada agradable a Jesús cuando baje a él en la Santa Comunión.
Fuente: ACI Prensa