Décimo cuarto día: Explicación de las letanías
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Aciprensa |
Virgo prudentissima
Virgen prudentísima. ¿Quién
podrá concebir la sabia prudencia que María conservó en el momento en que el
enviado del Padre eterno se presentó delante de ella? Cuando la llamó llena de
gracia y bendita entre las mujeres, ella se turbó, y no comprendió como
semejante elogio podía serle dirigido: a la vista del grado de elevación al que
se le destinaba, se humilló delante de Dios y se creyó dichosa de merecer la
calidad de esclava. Luego, recibiendo la confirmación del ángel, no dudó que
todo lo que se le acababa de anunciar ocurriría; y lo creyó sin buscar
comprenderlo. Ella no pidió un signo, no dudó como Zacarías. Ninguna objeción
al Ángel, ninguna pregunta y ninguna curiosidad propia del alma débil. María no
dijo más que las palabras absolutamente necesarias, unas para destacar el voto
de virginidad que había hecho, las otras para destacar su obediencia a la
voluntad del Señor. Tal fue la prudencia sublime de María que debemos admirar
siempre, ya que es imposible alabarla tan dignamente como merece.
Ejemplo
El bienaventurado Simón Stock
pedía a menudo a la Santísima Virgen que la enseñara una forma en que pudiera
honrarla. Un día que estaba en oración delante de la imagen de la Santa Madre
de Dios, se le apareció levando en sus manos un escapulario, que le dio,
agregando que era el medio que ella deseaba que utilizara para servir a su
gloria, y que lo mirara como un signo de salvación, de suerte que cualquiera
que lo llevara santamente hasta la muerte, no caería en las penas del infierno.
Los Soberanos Pontífices, que expidieron bulas y concedieron indulgencias a
favor de esta devoción, incluso los reyes como San Luís, se apresuraron a
entrar en la Asociación del Escapulario. Pero nada sirvió más para difundir
esta santa devoción que los prodigios que el cielo operó a favor del
Escapulario. Uno de los más señalados, fue el que ocurrió en el sitio de
Montpellier. Un soldado que llevaba consigo esta prenda de devoción a María,
recibió una herida de mosquete cuando se lanzaba al asalto; pero la bala,
después de haber atravesado su uniforme, se detuvo frente al escapulario sin
hacerle ningún mal. Luís XIII, que se encontraba en el sitio, fue testigo de
este prodigio de protección. En consecuencia, se apresuró a tomar este
santo hábito cuyo efecto sorprendente acababa de ver.
Imitemos la prudencia de la Santísima Virgen, llevemos su escapulario, porque María nos protege contra e peligro, especialmente a la hora de la muerte.
Fuente: ACI Prensa