Una interesante reflexión acaba de enviar, como carta apostólica, el Papa Francisco, con motivo del cuarto centenario del natalicio de Blaise Pascal
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| Blaise Pascal. World History Archive / Aurimages |
Buscar la verdad es una de las
más importantes tareas que hemos de realizar durante el peregrinar de nuestras
vidas. Es básico intentar respondernos la pregunta sobre el sentido que
tienen nuestras vidas, pensar un poco más allá de lo que nos acontece día a
día.
Somos una nada respecto al
infinito y todo respecto a la nada, decía Pascal.
La grandeza de saber que eres
alguien, que vales la pena como persona, que tu vida tiene sentido, y qué
miseria ha de ser vivir lo contrario.
Blaise Pascal nace un 19 de junio
de 1623, y desde muy chico mostró gran talento e inteligencia tanto en la
geometría, las matemáticas, como en la física y la filosofía. Realmente es un
ejemplo de pensador que bien supo compaginar ciencia y fe.
Apertura
Papa Francisco retoma a este gran
intelectual, para hacernos recordar la importancia que tiene el tener una
franca apertura a la realidad, a otras dimensiones del conocimiento y de la
existencia. Una apertura sincera a los demás, a la sociedad misma. A no
quedarnos aislados de nuestros propios tiempos; a dejar la apatía y a
vincularnos con lo que acontece, hoy en día, alrededor. «Estaba atento a las
cuestiones que en ese entonces eran más preocupantes, así como a las
necesidades materiales de todos los que componían la sociedad en la que
vivió».
Junto con Pascal, el Papa nos
invita a que nos abramos a vivir más conectados con las necesidades de nuestros
tiempos, a estar más al pendiente de lo que acontece y a abrirnos a vivir una
vida más entregada a los pobres.
Mientras salía de una grave
enfermedad, este brillante pensador consideró de gran urgencia dedicar sus
mayores energías a las obras de misericordia. A ayudar a los que más
necesidades tienen. Es decir, a realmente practicar la caridad. La
verdadera felicidad está en la realidad misma, es en esa apertura y dedicación
a las miserias del hombre lo que más alegrías nos van a dar.
Un corazón libre
La fe no es sólo una cuestión de
mantener una certeza indiscutible que se antepone a todo y ya, sino que
es dar un fiel testimonio de que Dios y la verdad son inseparables. Por ello un
intelectual de la talla de Blaise Pascal fue capaz de identificar que
Jesucristo es «el camino, la verdad y la vida» ( Jn 14, 6).
Y por ello nos propone el Papa a
considerar que a todos los que sinceramente quieren seguir buscando la verdad –
que es una tarea que nunca se termina de realizar en esta vida – a que seamos
capaces de escuchar el pensamiento de éste hombre de prodigiosa inteligencia,
que nos hizo ver que fuera del Amor no hay verdad que valga la pena.
Simplemente porque la verdad sin la caridad no está presente el amor de Dios.
En realidad todos buscamos ser
felices en esta vida y en ves de caer en falsas doctrinas, supersticiones o en
el libertinaje, que fácilmente nos despojan de la paz y la alegría, es mucho
mejor elección tomar la senda de la caridad que, de inmediato, nos lleva a
vivir el verdadero Amor.
Vivir con esa gracia de manera
más firme y permanente, nos puede ayudar a atravesar las oscuridades y
desgracias de éste mundo, de una manera más fácil y segura.
Por encima de la miseria
En nuestra humilde condición
humana podemos darnos cuentas del cómo la razón ilumina nuestra grandeza para
dominar las pasiones, pero también para reconocer nuestras miserias. Pero nuestra
razón es limitada, nos señala Pascal, que junto a nuestras debilidades
físicas nos conducen a la muerte. En ese realismo implacable nos hace ver
que: «no hay que tener el alma muy elevada para comprender que no hay aquí
satisfacción verdadera y solida, que todos nuestros placeres no son más que
vanidad».
La miseria de nuestra condición
es que hay un desenlace trágico con nuestra muerte, es lo más real que existe,
es el final que nos espera en la maravillosa experiencia de vida en éste
mundo.
Por esta misma condición trágica,
nos dice Pascal, es comprensible que el ser humano no pueda permanecer sólo en
sí mismo, ya que su miseria y la incertidumbre de su destino son insoportables.
De aquí que se necesita vivir con distracciones como el trabajo, la fiesta, las
amistades, las artes y la vida social; pero también por desgracia los vicios.
Lo que no impide que lleguemos a sentir abandono, insuficiencia,
impotencia y vacío. Finalmente aburrimiento, tristeza, pena, sufrimiento y
desesperación. Y no hay diversión ni vicio que apacigüe ni llene ese deseo de
gozo y felicidad al qué aspiramos.
Y por ello, concluye, que todo
esfuerzo es inútil, cuando la única solución y respuesta está en Dios, en la
verdad plena de la caridad.
Guillermo
Dellamary
Fuente: Aleteia






