12 – Junio. Lunes de la X semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 5, 1-12
Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os
calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron
a los profetas anteriores a vosotros.
Comentario
Bienaventurados los pobres de
espíritu
Bien sabemos que el deseo más
profundo que habita en el corazón humano es el deseo de felicidad. Todos
queremos ser felices y desechar todo lo que nos conduzca a la infelicidad.
Jesús, como no podía ser de otro modo, se enfrenta a este problema y nos da su
opinión. No voy a comentar una a una sus ocho bienaventuranzas, los ocho caminos
que según Jesús nos llevan a la felicidad. Me voy a limitar a hacer algunas
reflexiones en torno a ellas.
Sí se puede afirmar que las
bienaventuranzas no son un código moral, ocho actitudes morales, desvinculadas
de la persona de Jesús. Las bienaventuranzas solo se entienden desde Jesús,
desde lo que él vivió y de todo lo que nos ha dicho de Dios, de nuestra vida,
de nuestro caminar por la tierra, de nuestro destino, de su insistencia
machacona en que vivamos el amor, el amor a Dios, a los demás y a uno mismo. Se
puede decir que las bienaventuranzas brotan de ese continuo amor predicado por
Jesús y tienen relación con él. Se trata, en primer lugar, de seguir a una
persona que nos ha seducido, encandilado y amado hasta el extremo.
Muy posiblemente, cuando oímos
por primera vez las bienaventuranzas, alguna de ellas sobre todo, nos
extrañaron. Pero cuando nos hemos adentrado en la vida han dejado de
extrañarnos. Y a esta altura de nuestra vida cristiana, afirmamos que Jesús
acierta y tiene razón. Que la felicidad humana va por los ocho caminos que nos
señala Jesús y no por sus contrarios. Jesús que es la Verdad, acierta con la
verdad de sus bienaventuranzas. Volvamos a leer despacio las bienaventuranzas
de Jesús y caminemos por los caminos que nos indica, la única manera de empezar
a saborear la felicidad humana, siempre limitada en esta vida, antes de llegar
a la felicidad total después de nuestra muerte y resurrección.
Fuente: Dominicos O.P.