Esperanza, fe, oración y respeto por la naturaleza. Los ecos de una historia que conmocionó al mundo luego de que aparecieran con vida cuatro hermanos tras 40 días perdidos en la selva colombiana
@petrogustavo |
¡Milagro,
milagro, milagro, milagro! Esta fue la señal que se emitió desde la selva del
Amazonas, en Colombia, y resonó por todo el mundo, al anochecer del pasado 9 de
mayo.
Esas palabras eran la clave acordada por los grupos de búsqueda
para confirmar el hallazgo con vida de cuatro niños del pueblo indígena huitoto
que se
habían perdido luego de sobrevivir a un accidente de aviación en el que
falleció su madre.
Lesly, de 13 años; Soleiny, de 9 años; Tien Noriel, de 4 años, y
Cristin Neriman, de un año, caminaron solos durante 40 días por una
selva impenetrable, inexplorada, húmeda, en la que los árboles no dejan ver el
sol y llueve casi a diario. Es el hogar de la anaconda y el
jaguar, así como de decenas de plantas venenosas. No tenían alimentos. Lo que
sí tenían, especialmente la niña mayor, eran conocimientos de la misma selva,
heredados de sus ancestros. Que hayan sido encontrados con vida es un verdadero
milagro.
«Yo agradezco mucho a la Madre Tierra que los soltaron. A la
familia, a todas aquellas personas me decían ‘Fátima, estamos haciendo
oración´. Yo también, les dije, no bajemos la guardia. Y así
fue. Dios
es muy grande». Esto dijo Fátima Valencia, abuela materna de
los niños, luego de conocer la noticia que esperaban confiados.
A pesar del dolor por haber perdido a su hija, Fátima y Nicanor
Mucutuy, al igual que el resto de la familia -y el país entero-, siempre
mantuvieron la esperanza de recuperar con vida a sus cuatros nietos. Los
niños llegaron con picaduras de insectos, deshidratados y con desnutrición, así
como afectados psicológicamente. Sin embargo, la familia confía en que la
atención médica que les está brindando el gobierno les va a permitir
recuperarse pronto.
Huyendo de la guerra
Los cuatro menores viajaban con su mamá, Magdalena Mucutuy, desde
Araracuara, una población en el extremo sur del país, a la que solo se puede
llegar por aire o por río. Debieron salir de la zona por las amenazas
que les habían hecho grupos guerrilleros disidentes, que no se
acogieron al proceso de paz, y por ello tomaron una avioneta el pasado primero
de mayo, que los llevaría a San José del Guaviare.
Huían de los peligros de una guerra que no termina y se
encontraron con otro peligro mortal: una falla técnica en el monomotor que los
llevaba. Los tres adultos -piloto, copiloto y la mamá-
fallecieron. En las últimas horas, el padre de los niños menores informó a la
prensa colombiana que Magdalena estuvo cuatro días con vida, durante los cuales
sus hijos permanecieron con ella. Luego les dijo que siguieran, seguramente
sabiendo que ella no tenía opción de vivir.
Fue solamente a mediados de mayo cuando ubicaron la avioneta y los
cuerpos de los tres adultos; de los niños no había rastro. Empezó entonces la
Operación Esperanza, a cargo de las Fuerzas Armadas, a la que se sumaron unos
70 miembros de organizaciones indígenas del Amazonas.
Los militares tenías los conocimientos técnicos, equipos y
herramientas de avanzada tecnología. Los indígenas tenían los saberes
ancestrales, una profunda espiritualidad y el conocimiento profundo de la selva
amazónica. La cooperación y el respeto por lo que cada uno
sabía, fueron claves.
El grupo los buscó día y noche en las selvas del Yarí, en un
territorio de más de 1200 kilómetros entre los departamentos de Caquetá y
Guaviare. Desde el aire les lanzaron kits de supervivencia,
instalaron luces y hacían sonar una grabación en la que la abuela les daba
ánimos y recomendaciones para ser encontrados.
Las huellas y los hallazgos que iban apareciendo, les daban
ánimos: un
biberón, un pañal de bebé, algunas frutas mordidas, unas tijeras y rústicos
cambuches les indicaban que los niños seguían con vida.
Wilson, otro símbolo en la selva
En medio de la búsqueda incansable, uno de los perros de ayuda,
Wilson, se ha convertido en otro símbolo. Es un pastor belga entrenado para
estos casos, que desapareció extrañamente:
«Después de que su guía le da la orden
de que se meta selva adentro a buscar y no vuelve. Fue muy extraño porque el
perro está entrenado para eso, para meterse en profundidad y volver donde su
amo», contó a revista Semana el coronel
Gustavo Narváez Orozco, comandante de regimiento Fuerzas Especiales.
En un par de ocasiones posteriores lo vieron, pero el perro se
mostró atemorizado y huyó. Inclusive cuentan que se veían huellas del perro
junto a pisadas de los niños, lo que indicaría que estuvo con ellos durante su
caminar por la selva. Hoy, un grupo de 20 militares sigue
buscando a Wilson, al que muchos califican de héroe.
Los niños fueron hallados en un lugar por el que habían pasado
varias veces: «Es un misterio. Nos sorprende a todos. Es una zona que nosotros
trillamos, y en esa área no hay cuevas, ni selva espesa, ni nada que no
hubiésemos registrado», contó un soldado a revista Semana.
«Un verdadero milagro de la vida»
«La fe nos ha puesto en el camino que
lo queríamos. Aquí están los cuatro niños, en nuestra mano, con vida. Gracias a
Dios. Dios nos ha bendecido». Estas fueron las palabras de uno
de los indígenas, a quien se ve emocionado en el video que circula en redes
sociales, con las primeras imágenes después del encuentro con los pequeños.
Por su parte, el general Pedro Sánchez, comandante
del Conjunto de Operaciones Especiales del Ejército, quien lideró a los más de
300 uniformados, se mostró feliz, aunque en algunos momentos sintió
incertidumbre y e impotencia.
«La fe mueve montañas, se puede lograr cuando se cree, la
persistencia permite alcanzar lo que uno sueña, que cuando trabajamos unidos
podemos llegar lejos… Sentí, por un lado, una paz en el alma por haber hecho lo
correcto, de no haber desfallecido a pesar de lo adverso que era encontrarlos y
de la impotencia que sentimos», dijo a los medios colombianos.
Por su parte, el arzobispo de Bogotá, monseñor
Luis José Rueda, confió en que «sea un momento para
pensar en la vida, para agradecerle al Dios de la misericordia que llena la
Tierra y a todas las personas que hicieron posible la búsqueda y el hallazgo…
que de una u otra manera colaboraron con oración, con trabajo efectivo para que
se lograra el hallazgo de los niños. Es un verdadero milagro de la vida y
agradecemos al Señor».
Un signo para defender la vida
El arzobispo agregó que este «es un signo para toda Colombia para
que luchemos, defendamos la vida en todas sus etapas, desde el vientre materno
hasta la muerte natural».
Finalmente, los indígenas aseguran que los niños estuvieron
siempre cuidados por la misma selva y lograron sobrevivir porque aprendieron de
sus padres a cazar y recolectar frutas y saben qué es bueno y qué no de la
selva.
Miguel Romario, integrante de la Guardia Indígena,
dijo al periódico El Tiempo que antes de iniciar la búsqueda
pidieron permiso a la madre naturaleza. Nosotros manejamos una inteligencia
espiritual. Primero
nos sentamos en la noche y por medio de nuestras plantas medicinales, el
tabaco, el mambe y el yagé, logramos encorralar espiritualmente.
De cualquier forma, los cuatro hermanos siempre estuvieron
arropados por Dios a pesar de las difíciles circunstancias del accidente y la
pérdida de su mamá en una selva inhóspita y peligrosa. Sus vidas son hoy un
milagro.
Lucía Chamat
Aleteia Colombia