La vida contemplativa es una forma de seguimiento de Jesucristo que consiste en dedicarse exclusivamente a la oración, el silencio, el estudio y el trabajo manual, en una comunidad de hermanas que viven separadas del mundo
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| Diocesis de Austin |
Es una vocación que requiere una
gran libertad interior, una profunda fe y una ardiente caridad
¿Si su hija tiene vocación? ¿Qué
le decimos como padres? Tal vez estamos perdidos, por eso le damos unos
consejos, que pueden servir de ayuda, para una vocación que como padres
recibimos sin previo aviso. Si tu hija te comunica que siente la llamada a ser monja
contemplativa, quizás te sorprendas, te preocupes o te resistas. Es normal que
como padre o madre quieras lo mejor para tu hija y que te cueste entender su
decisión. Sin embargo, te invitamos a considerar algunos aspectos que pueden
ayudarte a acompañarla con amor y confianza
Tenemos grandes ejemplos, que
fueron los que sentaron un precedente para las vocaciones a la vida
contemplativa: mientras el Imperio romano se desmoronaba, San
Benito componía su regla monástica. Mientras el Gran Cisma de Occidente
asolaba el papado,Santa Catalina de Siena hacía penitencia por la sanación
de la Iglesia. Mientras las monjas del Carmelo de Lisieux morían de gripe
asiática, Santa Teresita rezaba por la salud y la curación de
Europa.
1. RECONOCE SU LIBERTAD
Tu hija es un don de Dios, pero
no te pertenece. Ella tiene su propia personalidad, sus propios sueños y su
propia relación con Dios. Respeta su libertad y su discernimiento, sin
presionarla ni manipularla. Recuerda que Dios la conoce mejor que nadie y que
quiere su felicidad más que tú.
2. INFÓRMENSE SOBRE LA VIDA
CONTEMPLATIVA
Quizás tengamos, una idea
equivocada o incompleta de lo que significa ser monja contemplativa. Tal vez
pienses que es una vida triste, aburrida o inútil. Por eso, te animamos a
informarte sobre la belleza y la riqueza de esta vocación, leyendo testimonios
de monjas, visitando algún monasterio o hablando con alguna religiosa. Así
podrás comprender mejor el sentido y la misión de la vida contemplativa.
3. VALORA SU TESTIMONIO
Tu hija no quiere ser monja
contemplativa por capricho o por escapar de algo. Ella quiere ser monja
contemplativa porque ama a Dios y quiere dedicarle toda su vida. Su vocación es
un testimonio de fe, de esperanza y de amor que puede iluminar al mundo. Al vivir
una vida de oración y penitencia alejada del mundo, una monja contemplativa
está íntimamente unida en solidaridad con los que sufren en el mundo. Esta
solidaridad se define ofreciendo todo su ser en aras de un bien mayor que ella
misma: la entrega de su vida interior de oración y penitencia por el bien común
del mundo que la rodea.
4. APÓYALA EN SU CAMINO
Tu hija necesita el apoyo y el
ánimo, de su padre para seguir adelante con su vocación. No critiquemos, no la
juzguemos ni la desanimemos. Al contrario, orar por ella, escucharla con
atención, comparte sus alegrías y sus dificultades, respeta sus tiempos y sus
ritmos. Sé para ella un padre o una madre comprensivo y cercano, que sabe darle
espacio y confianza.
5. CONFÍA EN DIOS
Dios es bueno y fiel. Él sabe lo
que hace y no se equivoca. Si ha llamado a tu hija a ser monja contemplativa,
es porque tiene un plan maravilloso para ella y para toda la familia. No tengan
miedo ni se angusties por el futuro. Confía en Dios y entrégale a tu hija con
amor. Él te dará la paz y la alegría que necesitas.
Cada persona está llamada a vivir
una manifestación particular de este «don sincero de sí mismo» a través de su
vocación personal: los padres sacrifican su comodidad por el bien de sus hijos;
el personal sanitario arriesga su propia vida por la salud y el bienestar de
los demás; los miembros del clero están obligados a aceptar el reto de vivir y
predicar la verdad, sin importar el coste; yo, junto a las que pronto serán mis
futuras hermanas, estoy llamada a participar en todos estos sufrimientos
de forma sobrenatural a través del don de la vida contemplativa.
En el encuentro organizado por la
Fundación DeClausura pudimos conocer a través de su padre, Estanislao Pery, en
el XVIII encuentro en torno al claustro, en el conocimos de primera mano cómo
fue esa conversación en el que la Hermana Belén de la Cruz, una joven Carmelita
Descalza, les comunicó a sus padres que tenía vocación a la vida contemplativa,
de una mujer que lo dejó todo, por ser monja de clausura en el siglo XXI para
amar y servir al mundo y falleció víctima del cáncer, dando un ejemplo de
fortaleza y amor a Cristo.
Matilde Latorre
Fuente: Aleteia






