Es croata y dio toda su vida al confesionario. El Papa lo puso como ejemplo durante el Jubileo de la Misericordia
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Lo
explicaba a Aleteia el arzobispo Rino Fisichella en el marco del Jubileo de la
Misericordia. Unas declaraciones en las que mostraba el cariño y la devoción
del papa Francisco hacia dos santos: san Pío de Pietrelcina y san Leopoldo
Mandić.
¿Dónde se puede buscar un signo más
elocuente de Misericordia que en el padre Leopoldo y en san Padre Pío?, se
preguntó. El Padre
Leopoldo (1866-1942), canonizado por Juan Pablo II el 16 de
diciembre de 1983 es menos conocido que el P. Pío en América Latina y España.
El arzobispo, asimismo, reveló detalles a Aleteia sobre
la devoción especial del Papa por el padre Leopoldo, el sacerdote tildado de
‘ignorante’.
El fraile tenía fama de santidad en la
Iglesia de Padua, donde vivió gran parte de su vida y donde se conservan su
memoria y sus reliquias.
«El Santo Padre tiene una devoción
particular por el padre Leopoldo (de origen croata). Era un padre capuchino que
donó toda su vida al confesionario. Pero, no sólo a la confesión,
sino también en la manera de confesar; que era la misericordia», contó.
Por casi treinta años pasó de las diez de la mañana a las tres de
la tarde en el secreto de su celda, transformada en confesionario para miles de
personas que encontraban en el trato con él el testimonio privilegiado del
perdón y de la misericordia.
Algunos de sus compañeros de comunidad decían que era un
«ignorante y de manga ancha, que absolvía a todos sin discernimiento».
Su
respuesta simple y humilde dejaba sin palabras: «Si el Crucificado viniera a reprocharme que
soy de manga ancha, le respondería: Este mal ejemplo, me lo has dado Tú. Yo
todavía no he llegado a la locura de morir por las almas».
Bueno, yo creo que este es el pensamiento más profundo del Santo
Padre porque la misericordia – él dice- es la manera con la cual Dios perdona.
Es decir, Dios es cercano a cada uno y su
misericordia es su capacidad de abrazarlo, es su capacidad de perdonarlo, de
enviarlo a una nueva vida», constató.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: Aleteia