A propósito de la Jornada Mundial de la Juventud, es interesante reflexionar cómo se transforman los ambientes y las personas cuando lo jóvenes deciden congregarse para hacer el bien
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A todos nos gusta reunirnos con
otras personas porque, desde que nacemos, somos parte de una familia donde nos
sentimos seguros y aprendemos a convivir con los demás. Además tenemos
necesidad de compañía, pues somos seres sociales por naturaleza, y al
respecto, los estudios sobre las civilizaciones antiguas dan prueba de que los
grupos tenían más posibilidades de sobrevivencia y de
progreso.
Por eso tiene sentido que,
conforme vamos creciendo, nos integremos a grupos como la escuela, la Iglesia y
los amigos, de donde obtenemos experiencias que nos ayudan a formar nuestra
personalidad. Por lo mismo es muy importante escoger el lugar en donde nos
relacionaremos con otra gente. Y cuando se hace correctamente, los frutos
son muchos.
1. CRISTO Y SU GRUPO DE JÓVENES
Pensemos en el grupo de jóvenes
que se congregó en torno a Cristo. Los evangelios no nos dicen las edades
de los apóstoles, pero se habla de un muy joven Juan, por lo que podemos
inferir que los demás apóstoles no pasaban los 30 años, porque Jesús los instruyó
para ir «por todo el mundo y predicar el evangelio» (Mc
16,15), lo cual habría sido sumamente complicado si se hubiera tratado de
hombres muy grandes. Por eso, los resultados fueron increíbles. Por supuesto,
el Espíritu Santo actuó sobre ellos y los fortaleció con dones que se unieron a
sus fuerzas humanas para mover a muchos miles a convertirse al
cristianismo. «La juventud se impone», reza un antiguo dicho, por ello, no
nos extraña que cuando los jóvenes se unen cosas maravillosas pasen.
2. LA FUERZA DE LA JUVENTUD
Este contexto nos hace pensar en
toda la fuerza que despliegan los jóvenes y que debe aprovecharse para cambiar
su entorno. A veces ocurre que sus inseguridades los limitan, pero
venciendo el miedo, no hay nada que los detenga. Eso debe hacernos pensar
en que hay que ayudarlos para que confíen en sí mismos y pidan a Dios lo
necesario para lograr sus objetivos.
Un ejemplo maravilloso son las
misiones, cuando los chicos sienten el llamado a acudir a compartir su fe con
otras personas, se enciende su ánimo y contagian a otros a seguir al Cristo
joven que ellos transmiten, logrando que quienes los ven y escuchan, cambien su
rumbo y se deciden a seguir a Jesús.
3. JUVENTUD, DIVINO TESORO
Solo hace falta que los chicos se
abran a la acción del Espíritu Santo y le permitan actuar en ellos, porque
tienen todo lo necesario para transformar el sitio donde se planten: juventud,
simpatía, ánimo, fuerza, gracia, generosidad, empatía, confianza en la amistad,
sed de dar y recibir amor, en fin, paquete completo, solo les falta creer con
mucha pasión que todo lo pueden en Cristo que los fortalece (Fil,
4-13). ¡Animo, jóvenes!
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia