12– Julio. Miércoles de la XIV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 10, 1-7
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las
ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id
y proclamad que ha llegado el reino de los cielos.
Comentario
Vemos hoy a Jesús eligiendo a varios de sus discípulos,
otorgándoles poderes especiales y transmitiéndoles instrucciones precisas para
anunciar la llegada del Reino de los Cielos.
Jesús no se espera a la hora de la resurrección y del envío del
Espíritu Santo para confiar ya en la colaboración activa de sus discípulos. Tal
como son y tal como están, reciben toda clase de dones celestiales que los
asemejan al Maestro, para llevar a cabo la misión de extender el Reino.
Si nos fijamos en la historia, el Señor siempre ha querido contar
con los hombres en sus proyectos de salvación. No es un Dios avasallador y
fulminante, ante cuya acción eficaz todos salen transformados inmediatamente.
Al contrario, Dios cree tanto en la instauración del Reino de los
cielos y en la redención de los corazones humanos, que “se atreve”, por decirlo
así, a contar con ellos para llevarla a cabo. Que espera nuestra libre
respuesta y cooperación para que ese Reino sea una realidad.
Jesús también cuenta con nosotros, hoy, ahora, sin esperar a un
momento más propicio, en el que nos sintamos más preparados y mejor dispuestos,
cosa que nunca sucederá, porque nunca seremos dignos embajadores de su mensaje
de salvación. Hemos de decir que sí, ya, ahora, cuando Él pasa y nos lo pide: y
sobre nuestra generosidad, ya sabe Dios formar a un apóstol, eficaz y fiel.
Pablo M. Edo
Fuente: Opus Dei