10 – Julio. Lunes de la XIV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 9,
18-26
Mientras les decía esto, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y al verla le dijo:
«¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado».
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
«¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó.
La noticia se
divulgó por toda aquella comarca.
Comentario
Con solo tocarle el manto…
El evangelio de hoy nos presenta
a Jesús haciendo dos curaciones podemos decir físicas. Devuelve la vida a la
hija de un personaje suplicante y arrodillado delante de él. Cura igualmente a
una mujer que se le acerca “pensando que con solo tocarle el manto se curaría”.
Es cierto que en este siglo XXI
no conocemos a Jesús realizando muchos milagros de este tipo. Pero Jesús sigue
haciendo milagros. Cada hora, cada minuto, cada segundo realiza a lo largo de
toda la humanidad el milagro de adentrase en el corazón, en la vida de todos
sus seguidores, cumpliendo su promesa: “Yo estaré siempre con vosotros hasta la
consumación de los siglos… no os dejaré huérfanos”. Justamente Jesús “inventó”
la eucaristía para regalarnos su presencia simbólica pero real: Aquí tenéis,
“mi cuerpo entregado, mi sangre derramada”. “El que come mi cuerpo y bebe si
sangre está en mí y yo él”. El mucho amor que nos tiene le lleva a realizar el
milagro de regalarnos su continua amistosa presencia.
Fuente: Dominicos O.P.






