Durante su segundo discurso en Portugal, el Santo Padre ha pedido a la Iglesia reavivar la "inquietud por el Evangelio" y recuperar "la pasión por la evangelización"
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Vatican Media |
En el marco de su 42º Viaje Apostólico a Lisboa, el Papa Francisco ha
visitado este miércoles el Monasterio de los Jerónimos de Santa María de Belém
donde ha celebrado y presidido las Vísperas con los obispos, sacerdotes,
religiosas y religiosos, seminaristas y catequistas del país. “Me siento feliz
de estar entre ustedes para vivir junto a tantos jóvenes la JMJ, pero
también para compartir vuestro camino eclesial, vuestros cansancios y
esperanzas”, ha empezado diciendo Francisco en su segundo discurso en Portugal.
Al igual que durante su primer discurso ante las Autoridades, la Sociedad
Civil y el Cuerpo Diplomático, Francisco ha vuelto a subrayar la belleza de
Portugal, “tierra de paso entre el pasado y el futuro, lugar de antiguas
tradiciones y de grandes cambios, adornado por valles exuberantes y playas
doradas que se asoman a la hermosura sin límites del océano, que bordea
Portugal”.
Durante su segundo discurso en Lisboa, el Santo Padre ha recordado el
pasaje del Evangelio donde Jesús pide a los discípulos, que se encuentran a
orillas del mar de Galilea limpiando las redes, “remar mar adentro y a echar de
nuevo las redes”. Hay un contraste según Francisco: “Por una parte, los
pescadores bajan de la barca para lavar las redes […] limpiarlas, conservarlas
bien y volver a casa; por otra parte, Jesús sube a la barca e invita a
echar de nuevo las redes para la pesca. Resaltan las diferencias: los
discípulos bajan, Jesús sube”.
Volviendo su mirada al camino eclesial de la Iglesia, Francisco advierte
que también nosotros podemos experimentar “un cansancio similar, cuando nos
parece que entre las manos sólo tenemos redes vacías […] afectados
por muchos cambios sociales y culturales, y cada vez más marcados por el
secularismo, por la indiferencia hacia Dios y por un creciente distanciamiento
de la práctica de la fe”.
Asimismo, Francisco ha alertado que muchos jóvenes se alejan de la iglesia
“por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro,
y que llaman a una purificación humilde y constante, partiendo del grito
de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas”.
“Cuando uno se siente desanimado, el riesgo es bajar de la barca y
quedar atrapados en las redes de la resignación y del pesimismo. En cambio,
confiemos en que Jesús continúa tendiendo la mano y sosteniendo a su amada
Esposa”, ha pedido Francisco.
Como Jesús invita a los discípulos a echar nuevamente las redes, así “Él
viene a buscarnos en nuestras soledades y en nuestras crisis para ayudarnos a
recomenzar. También hoy pasa por las orillas de la existencia para reavivar la
esperanza y decirnos también a nosotros: “Navega mar adentro, y echen las
redes” (Lc 5,4)”.
“¿Quieres bajar de la barca y hundirte en la desilusión, o dejarme subir y
permitir que sea una vez más la novedad de mi Palabra la que lleve el timón? ¿Te
conformas sólo con el pasado que tienes detrás o te atreves a echar nuevamente
con entusiasmo las redes para la pesca?”, ha preguntado Francisco a la vida
religiosa de Portugal. El Papa ha sido claro durante su discurso: “El Señor nos
pide que reavivemos la inquietud por el Evangelio”.
“Echar de nuevo las redes y abrazar al mundo con la esperanza del
Evangelio: ¡a esto estamos llamados! No es tiempo de detenerse y
rendirse, de amarrar la barca en tierra o de mirar atrás; no debemos evadir
este tiempo porque nos da miedo y refugiarnos en formas y estilos del
pasado. No, este es el tiempo de gracia que el Señor nos da para
aventurarnos en el mar de la evangelización y de la misión”, ha dicho Francisco
durante su discurso en el Monasterio de los Jerónimos.
Para “aventurarnos en el mar de la evangelización y de la misión” hay que
tomar decisiones y el Papa ha indicado tres en su discurso.
La primera decisión: “Navegar mar adentro […] Para echar nuevamente
las redes al mar, es necesario dejar la orilla de las desilusiones y del
inmovilismo, tomar distancia de esa tristeza dulzona y de ese cinismo irónico
que nos asaltan frente a las dificultades. Es necesario hacerlo para pasar
del derrotismo a la fe”.
Francisco ha recordado además la figura de san Juan de Brito que hace
siglos partió hace la India y “empezó a hablar y a vestirse del mismo modo de
los que encontraba con tal de anunciar a Jesús. También nosotros estamos
llamados a sumergir nuestras redes en el tiempo en que vivimos, a dialogar con
todos, a hacer comprensible el Evangelio, aun cuando para hacerlo podamos
correr el riesgo de alguna tormenta”.
La segunda decisión: “Llevar adelante juntos la pastoral […] Uno
significa soledad, cerrazón, pretensión de autosuficiencia, dos significa
relación. La Iglesia es sinodal, es comunión, ayuda recíproca, camino común. A
esto tiende el Sínodo en curso, que tendrá su primer momento asambleario en el
próximo mes de octubre. En la barca de la Iglesia tiene que haber lugar
para todos: todos los bautizados están llamados a subir en ella y a echar las
redes, comprometiéndose personalmente en el anuncio del Evangelio”.
Francisco ha admitido que esto es un gran desafío, especialmente allí donde
los sacerdotes y los consagrados están cansados. Sin embargo, “en esta
situación podemos ver una ocasión para involucrar, con impulso fraterno y sana
creatividad pastoral, a los laicos” “Si no hay diálogo, corresponsabilidad y
participación, la Iglesia envejece”, ha dicho Francisco durante su segundo
discurso en Lisboa.
Y, por último, la tercera decisión: “Ser pescadores de hombres […] pescar
personas y sacarlas del agua significa ayudarlas a salir del abismo donde se
habían hundido, salvarlas del mal que amenaza con ahogarlas, resucitarlas de
toda forma de muerte. El Evangelio, en efecto, es un anuncio de vida en el
mar de la muerte, de libertad en los torbellinos de la esclavitud, de luz en el
abismo de las tinieblas”.
Francisco ha advertido de los abismos en la sociedad de hoy, que también se
encuentran en Portugal: “Tenemos la sensación de que falta el entusiasmo, la
valentía de soñar, la fuerza de afrontar los desafíos, la confianza en el
futuro; y, mientras tanto, navegamos en la incertidumbre, en la precariedad
económica, en la pobreza de amistad social, en la falta de esperanza. A
nosotros, como Iglesia, se nos ha confiado la tarea de sumergirnos en las aguas
de este mar echando la red del Evangelio, sin señalar con el dedo, sino
llevando a las personas de nuestro tiempo una propuesta de vida nueva, la de
Jesús: llevar la acogida del Evangelio a una sociedad multicultural; llevar la
cercanía del Padre a las situaciones de precariedad y de pobreza que aumentan,
sobre todo entre los jóvenes; llevar el amor de Cristo allí donde la
familia es frágil y las relaciones están heridas; transmitir la alegría del
Espíritu allí donde reinan la desmoralización y el fatalismo”.
Concluyendo su discurso, Francisco ha agradecido a todos los presentes su “ejemplo
y constancia” y los ha encomendado a “la Virgen de Fátima, a la custodia del
ángel de Portugal y a la protección de sus grandes santos; especialmente, aquí
en Lisboa, de san Antonio, apóstol incansable, predicador inspirado, discípulo
del Evangelio atento a los males de la sociedad y lleno de compasión por los
pobres; que interceda por ustedes y les alcance la alegría de una nueva
pesca milagrosa. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí”.
Por Santiago Tedeschi Prades
Fuente: Ecclesia