Ha explicado también que el servicio y el sacrificio desinteresado por los demás ayudan a ganar el Cielo
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Vatican Media |
Francisco ha presidido el rezo
del ángelus de esta solemnidad de la Asunción de la Virgen junto a fieles y
muchos turistas sorprendidos por la presencia del Papa asomado este martes a la
ventana del estudio del Palacio Apostólico.
En sus llamamientos, ha invitado
una vez más a rezar a la Virgen María por la paz. «En Ucrania y en todas las
regiones laceradas por la guerra. Son muchas, por desgracia. El ruido de las
armas cubre los intentos de diálogo. El derecho a la fuerza prevalece sobre la
fuerza del Derecho. Pero no nos desanimemos. Sigamos esperando y rezando para
que Dios, que guía la historia, nos escuche», ha dicho tras saludar a los cerca
de 10.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
El servicio y la alabanza
En la catequesis previa a la
oración mariana, el Pontífice ha reflexionado sobre el sentido del servicio y
el sacrificio a partir del ejemplo de la Virgen María quien, estando
embarazada, recorrió decenas de kilómetros para ayudar a su prima Isabel. Ha explicado
que el secreto de la vida de María y de su Hijo son «el servicio y la
alabanza». Por eso, «cuando nos agachamos para servir a nuestros hermanos y
hermanas es cuando subimos, es el amor lo que eleva la vida», ha indicado
Francisco refiriéndose a las montañas que tuvo que atravesar María hasta llegar
a su prima.
Es cansado, pero es ganar el Cielo
«Pero servir no es fácil ¡Ayudar
tiene su precio!», ha reconocido el Pontífice recordando los kilómetros que la
Virgen recorrió para visitar a Isabel. El Papa ha echado mano de situaciones
cotidianas para explicar que cuidar de los demás es cansado y requiere de mucha
paciencia, pero compensa. Por ejemplo, en el caso de trabajar lejos para
mantener a la familia, recorrer kilómetros para ir y volver y luego ayudar a
los demás. O «los sacrificios de tiempo y de sueño para cuidar a un niño o a un
anciano»; o «servir a los que no tienen nada que devolver, tanto en la Iglesia
como en el voluntariado». «Es cansado, pero es subir hacia lo alto, ¡es ganar
el Cielo!», ha añadido.
Mirar a lo alto en lugar de
quejarse
En cualquier caso, ha insistido
en que el servicio es estéril si no incluye la alabanza a Dios. Cuando María
llega a casa de Isabel, ha explicado el Papa, «no habla de su cansancio por el
viaje, sino que de su corazón brota un canto de júbilo. Porque quien ama a Dios
sabe alabar». Porque «la alabanza aumenta la alegría», ha asegurado el
Pontífice. «La alabanza es como una escalera, eleva los corazones. La alabanza
levanta el ánimo y vence la tentación de caer. ¡Qué bueno es alabar a Dios cada
día, y también a los demás! ¡Qué bueno es vivir de gratitud y bendición en
lugar de quejas, mirar hacia lo alto en lugar de enfadarse!», ha destacado
Francisco. Ha asegurado además que «la gente aburrida que vive del cotilleo es
incapaz de alabar» y ha lamentado que haya gente que se queja todos los días.
Así, les ha recomendado que alaben porque «es salud espiritual».
Por último, como hace habitualmente, ha dejado unas preguntas para la reflexión personal: «¿Vivo mi trabajo y mis ocupaciones cotidianas con espíritu de servicio o con egoísmo? ¿Me dedico a alguien gratuitamente, sin buscar beneficios inmediatos? En definitiva, ¿hago del servicio el trampolín de mi vida? Y pensando en la alabanza, ¿sé, como María, exultar en Dios? ¿Rezo bendiciendo al Señor? Y, después de alabarlo, ¿contagio su alegría entre las personas que encuentro? Que cada uno trate de responder a estas preguntas».
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega