16 – Agosto. Miércoles de la XIX semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 18,
15-20
Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
En verdad os digo que todo lo
que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en
la tierra quedará desatado en los cielos. Os digo, además, que si dos de
vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre
que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Comentario
La práctica cristiana de la
corrección fraterna tiene sus raíces en el Evangelio. Es un medio fundamental
para alcanzar la santidad y no desviarse del camino. En este pasaje, Jesús
instruye a los discípulos sobre cómo deben practicarla entre ellos, con
caridad, en privado.
La necesidad de corrección es
universal, ya que a las personas les resulta difícil reconocer sus propias
faltas. Así, su valor fue reconocido por autores paganos clásicos como Séneca
(cf. De Ira, 3, 36, 4). San Ambrosio dio testimonio de esta práctica entre los
católicos cuando escribió, en el siglo IV, “Si descubres algún defecto en el
amigo, corrígele en secreto (...) Las correcciones, en efecto, hacen bien y son
de más provecho que una amistad muda” (De Officiis Ministrorum II,
125-135).
El primer punto que se desprende
del pasaje evangélico es que la corrección fraterna es algo bueno. Es necesario
tener una actitud de humildad y disposición a aceptar la corrección. Sólo en la
medida en que uno mismo esté dispuesto a aceptar la corrección fraterna y a
enmendar su vida, sabrá cuándo y cómo es apropiado ofrecer una corrección
fraterna.
Antes de hacer una corrección, conviene
rezar por esa persona. Luego, una vez purificada la intención, sería prudente
consultar a otra persona que esté en condiciones de juzgar si la corrección es
oportuna o no.
Y entonces, con estas
salvaguardas, estamos cumpliendo de forma muy práctica el mandato de amar al
prójimo como a uno mismo, que es el mandamiento que resume todos los demás. Es
el verdadero amor al prójimo el que nos lleva a cuidarnos tanto.
El afecto es importante para la
eficacia de la corrección fraterna. Cuando las personas se preocupan realmente
por los demás, la corrección fraterna será relativamente fácil, y será bien
recibida porque el destinatario sentirá que el motivo es caritativo, y es
humanamente más probable que lo asuma. De ahí la importancia de vivir la
fraternidad en todos sus aspectos, y no sólo en la corrección de los demás.
También hay que perdonar
cualquier ofensa antes de corregir. Justo después de este pasaje, Pedro
pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar a su hermano cuando peque contra
él. ¿Hasta siete? Y Jesús responde que no, hasta setenta veces siete. Donde hay
verdadera caridad, con afecto, hay correcciones fraternas; y hay un verdadero
ambiente de perdón también.
Andrew Soane
Fuente: Opus Dei