La oración es un baluarte contra las tribulaciones, es la extinción de las guerras, la alegría futura, la actividad que nunca cesa...
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Photo Courtesy of Sr. Amata CSFN |
Recordad
este episodio del Evangelio donde Jesús echa fuera un espíritu
impuro ( http://Mc 9,28-29 ). Cuando
los discípulos, frustrados, le preguntan por qué no lograron expulsarlo, Jesús
les responde: «Esta especie, nada la puede sacar, sino la oración».
A veces nos preguntamos por qué nuestra vida nunca cambia… Por qué
luchamos constantemente con los mismos pecados… Por qué no parece haber un
atisbo de crecimiento o mejora personal en el horizonte. Todas estas
aspiraciones son fruto de la oración.
La oración nos hace ver las cosas en verdad. Es lo opuesto a
la esterilidad. «Nuestro ser no se forma desde fuera como la arcilla»,
escribió el sacerdote dominico Antonin Sertillanges , «se desarrolla
desde dentro, como un árbol que crece y florece a medida que sube la
savia. En nosotros, la savia es el Espíritu de Cristo. La oración es
lo que permite que suba esta savia».
San Juan Clímaco, monje sirio del siglo VII, nos cuenta en su
famoso itinerario espiritual titulado La Escalera
Santa :
«La oración… es la preservación
del mundo y su reconciliación con Dios, puente levantado sobre las tentaciones,
baluarte contra las tribulaciones, extinción de las guerras, alegría futura,
actividad incesante, fuente de gracias, proveedora de carismas, un progreso
invisible, el alimento del alma, la iluminación del espíritu, el hacha que
corta la desesperación, el destierro de la tristeza, la reducción de la ira, el
espejo del progreso, la manifestación de nuestra medida, la declaración de
nuestra condición, la revelación del porvenir, el anuncio seguro de la gloria».
Santo Tomás de Aquino ,
gran teólogo, predicador y hombre de Iglesia, fue ante todo un hombre de
oración. La fecundidad a la que aspiraba en su vida procedía de la
oración:
«Dadme, oh
Señor Dios mío, un corazón vigilante que por ningún pensamiento curioso se
aparte de Vos; dadme un corazón noble que por ninguna intención siniestra se
desvíe; dadme un corazón firme que por ninguna tribulación se quebrante; dadme
un corazón libre que ninguna pasión violenta le domine. Otorgadme, oh Señor
Dios mío, entendimiento que os conozca, diligencia que os busque, sabiduría que
os halle, comportamiento que os agrade, perseverancia que confiadamente os
espere, y esperanza que, finalmente, os abrace».
Fuente: Aleteia