26.9.23

¿EL BIEN Y EL MAL SON RELATIVOS? 5 IDEAS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO SOBRE LA REALIDAD

Ha habido un menosprecio tanto de la razón como de los sentimientos. Esto genera como consecuencia un relativismo, el cual podemos palpar en nuestro día a día, circulando como moneda corriente

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En el mundo actual es muy común escuchar la siguiente frase: «El bien y el mal son relativos porque son una invención del hombre». ¡Seguro que la has escuchado en muchas ocasiones! ¿Cierto? Pero, ¿es verdad esto o no? En este artículo te cuento lo que respondería Santo Tomás de Aquino al respecto.

De la Edad Media a la Modernidad, en Occidente, comenzó una progresiva emancipación de los valores cristianos. Comenzó a instaurarse un antropocentrismo secular, poniendo en el centro a la razón humana (sobre todo en el siglo XVIII) y a los sentimientos del hombre (con el romanticismo del siglo XIX).

Al final de esa larga lista nos encontramos nosotros: aquí, en la posmodernidad del siglo XXI, cuando ha habido un menosprecio tanto de la razón como de los sentimientos. Esto genera como consecuencia un relativismo, el cual podemos palpar en nuestro día a día, circulando como moneda corriente.

Este es una gran mezcla de racionalismo y subjetivismo. Si nos proponemos señalar una verdad objetiva, somos tildados de absolutistas y de mente cerrada. Si señalamos que la razón no puede conocer todo, somos tildados de irracionales y fanáticos. ¿Te suena conocido?

1. La realidad es real

Partamos de un hecho: la realidad es real. Parece ridículo cuestionar esto, pero hoy en día está de moda entre los filósofos escépticos cuestionarse acerca de si el mundo es real o no, si la vida no será en realidad una simulación hecha por computadora, etc.

Por tanto, partamos de la base de que no podemos filosofar realmente acerca de nada si no presuponemos que la realidad es real, porque no podemos buscar la verdad acerca de las cosas si no creemos que haya cosa alguna.

Todo, pues, tiene, como postula Santo Tomás en el opúsculo «Cuestiones Disputadas acerca de la Verdad», una verdad ontológica (es decir, todo cuanto existe es verdadero en sí mismo). Podemos deducir, en consecuencia, que la búsqueda de la verdad se basa en un camino de tratar de adecuar la realidad a la inteligencia.

2. La realidad tiene un orden objetivo 

Una vez dicho esto, veamos lo siguiente: la realidad es objetiva. Santo Tomás postula (en el opúsculo «Sobre los Principios de la Naturaleza») que todo ente (es decir, todo lo que tiene ser, todo lo que existe) existe en acto.

Sin embargo, también todo lo que existe en acto está en potencia respecto de otra cosa. Por ejemplo: si yo estoy sentado en acto, estoy en potencia de correr o de caminar. Estar en potencia de algo implica que hay una privación, porque si estoy en potencia de correr y no en acto, es porque evidentemente no estoy corriendo.

Además, si estoy en potencia de correr, es porque puedo correr. No puedo, por ejemplo, estar en potencia de volar porque no soy un pájaro (ni tampoco Superman). Potencia y capacidad están relacionadas íntimamente.

Por tanto, todo lo que existe tiene un orden objetivo en sí mismo y respecto de algo, es decir, todo lo que existe en acto tiene un fin determinado hacia el que se dirige en potencia.

3. Todo cuanto existe se orienta a un fin

Digamos que tenemos pensado viajar a la playa. Si vemos un camino que nos lleva a la playa, decimos que ese camino es «bueno» para llegar. Si vemos, en cambio, uno que nos aleja, decimos que es una «mala» opción y que no debemos ir por ahí.

Sucede esto mismo con todos los entes en el plano de la moral. Santo Tomás afirma que el ser de cada ente que existe se orienta hacia su fin (Sobre los principios de la naturaleza, cuestión 3). En relación con ese ser y a ese fin se determina qué es bueno y qué es malo para ese ser, de acuerdo a si lo aleja o lo acerca a ese fin hacia el que se dirige naturalmente en potencia.

Es decir: de acuerdo a lo que algo es, podemos saber qué es bueno y qué es malo para ese algo. Si, por ejemplo, sumerjo un celular en el agua, es algo malo, porque le impido cumplir su correcto funcionamiento (es decir, alcanzar su fin). Si sumerjo una esponja marina, en cambio, es algo bueno y necesario.

4. El bien es un trascendental 

Santo Tomás afirma que el bien es un trascendental (Opúsculo «Cuestiones disputadas acerca de la verdad», cuestión 1, artículo 1). Los trascendentales, que no desarrollaremos aquí con detenimiento por la complejidad y extensión del tema, son básicamente «grados de entidad», es decir, modos en que existen los entes. Tres de ellos son el bien, la verdad y la belleza, porque todo lo que existe es bueno, bello y verdadero en sí mismo.

Siguiendo este razonamiento, el bien no puede ser nunca algo subjetivo o inventado por nosotros, porque lo que es bueno o malo depende del ser de cada cosa (y de su fin), no de lo que nosotros pensamos o creamos. No podemos, pues, inventar el bien y el mal, sino descubrirlos.

5. No es lo mismo «conocer» que «ser»

Ahora bien, uno puede preguntarse: si el bien es objetivo y no relativo, ¿por qué hay diferentes interpretaciones acerca de lo que es bueno o malo a lo largo del mundo y de la historia? Bueno, Santo Tomás hace una distinción que debemos tener muy presente.
Dios crea con Inteligencia y Voluntad.

En relación con su voluntad, todo tiene una bondad ontológica (es decir, todo lo que existe es bueno en sí mismo). No es lo mismo esto a la bondad moral, que es la adecuación de esa bondad de las cosas a nuestra inteligencia (es decir, lo que nosotros interpretamos por bueno y malo). No siempre logramos interpretar lo bueno como bueno y lo malo como malo: a veces nos equivocamos porque no logramos adecuar bien la realidad a nuestra inteligencia finita (en otras palabras, somos medio tontos).

Lo mismo sucede con la Verdad en relación con la inteligencia de Dios: no es lo mismo la verdad ontológica de cada cosa (todo lo que existe es verdadero en sí mismo) que la verdad lógica (es decir, cómo nosotros entendemos cada cosa).

Por eso un árbol, por ejemplo, es simplemente eso: un árbol, y es bueno, verdadero y bello en sí mismo. Y, sin embargo, para unos será un árbol malo debido a que les tapa el sol para los cultivos. Pero eso no quiere decir que el árbol sea malo per se: es solo que, para aquellos fines lógicos, es considerado como malo.

Del mismo modo análogo: una violación, un asesinato, un soborno, todo eso será siempre objetivamente malo, por más que los hombres digamos lo que digamos y hagamos lo que hagamos. La ética más elemental no es una invención del hombre porque esta se fundamenta en la naturaleza de las cosas. Hacer el mal «está mal porque me hace mal».

A esta conciencia del Bien y del Mal Santo Tomás la llama «Ley Natural», la cual es la participación de la Ley Divina en la creatura racional, aunque a veces la ley humana no coincida con alguna de ellas. El hombre puede, entonces, inventar leyes, pero no inventar el Bien y el Mal.

El bien y el mal: una conclusión

El bien y el mal son objetivos y absolutos, porque la realidad es objetiva y absolutamente real. Cada cosa tiene un ser y ese ser está ordenado a algo, es decir, tiene un fin determinado. Eso supone que hay un orden en toda la creación que hace posible que todo funcione como lo hace.

Todo tiene, pues, un fin último, lo cual supone un origen primerísimo, que es Dios. Todo viene de Dios y se dirige hacia Dios. La moral no es un conjunto de reglas que se impone a los hombres, sino que es un ordenamiento que permite que todos podamos alinear nuestras vidas de acuerdo a nuestra naturaleza, es decir, de acuerdo a nuestro ser como entes creados por Dios. En Él se encuentra la verdadera fuente objetiva de la moralidad.

Entonces, ¡Ánimo! Sigamos luchando contra el relativismo. No da todo lo mismo, no todo depende de nuestros sentimientos ni de nuestros juicios. Lo bueno es bueno y lo malo es malo, hagan lo que hagan los demás. Sigamos cargando con nuestra cruz, ¡por más que sea a contracorriente!

Thiago Rodríguez

Fuente: Catholic Link


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