En su primer discurso en el país, ha invitado a que las tensiones internacionales se resuelvan «sobre la base del encuentro y del diálogo»
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| El Papa con el presidenteUkhnaagiin Khürelsükh. Foto: CNS photo/Lola Gómez |
Francisco ha
sido oficialmente acogido en Mongolia con
una ceremonia de bienvenida en la enorme plaza Sükhbaatar por el presidente del
país Ukhnaagiin Khürelsükh. La guardia de honor ha desfilado ante el Papa
y se han presentado las autoridades. A continuación, el Pontífice y el
mandatario han rendido honores a la estatua de Gengis Kan y han entrado en el
palacio de estado para departir en privado. Lo han hecho dentro de la Gran
Ger, la casa tradicional de los nómadas mongolos. Francisco ha firmado el libro
de honor confesándose peregrino en tierras mongolas y «honrado de caminar
por senderos de encuentro y amistad». «Que el gran cielo despejado que
abraza la tierra mongola, ilumine nuevos caminos de fraternidad», ha escrito el
Papa.
Su primer
discurso público, siguiendo el esquema habitual de sus visitas apostólicas, lo
ha pronunciado frente a unas 700 personas, miembros de la sociedad civil y la
cultura, autoridades políticas y religiosas, cuerpo diplomático, en la
sala Ikh Mongol del Palacio de Estado.
Superar visiones estrechas
El Papa ha dado
las gracias por la acogida recibida en «una tierra fascinante y vasta». Ha
basado su discurso en las características de estas ger mongolas para
glosar las virtudes de Mongolia. Por ejemplo, las ger como lo que hoy
se definiría como «casas verdes e inteligentes» que, establecidas en grandes
extensiones de tierra, permiten observar el horizonte. Por eso, el Papa ha
asegurado que «también a nosotros nos hace bien abrazar con la mirada el
amplio horizonte que nos rodea, superando las visiones estrechas y abriéndonos
a una mentalidad amplia, como invitan a hacer las ger nacidas de la experiencia
del nomadismo en la estepa». Francisco ha indicado además que la sabiduría de
los nómadas ganaderos y agricultores es un ejemplo de respeto a la naturaleza
que «tiene mucho que enseñar a quien hoy no quiere cerrarse en la búsqueda de
un miope interés particular, sino que desea entregar a la posteridad una tierra
todavía acogedora y fecunda».
Para el Papa
estas ger representan el perfecto equilibrio entre modernidad y
tradición y expresan la continuidad del pueblo mongol que ha sabido
abrirse «especialmente en los últimos decenios, a los grandes desafíos
globales del desarrollo y de la democracia». El Pontífice ha señalado dos
logros importantes del país como son haber abolido la pena de muerte y haberse
desecho de las armas nucleares: «Mongolia no es solo una nación
democrática que lleva adelante una política exterior pacífica, sino que se
propone realizar un papel importante para la paz mundial». Y ha evocado la
figura de Gengis Kan en el 800 aniversario de su nacimiento como ejemplo de un
líder que supo «reconocer lo mejor de los pueblos que componían el inmenso
territorio imperial y de ponerlas al servicio del desarrollo común».
Nubes oscuras
de guerra
«Quiera el
cielo que, sobre la tierra, devastada por tantos conflictos, se recreen también
hoy, en el respeto de las leyes internacionales, las condiciones de aquello que
en un tiempo fue la pax mongola, es decir, la ausencia de conflictos. Así como
dice vuestro proverbio: «las nubes pasan, el cielo permanece», que así pasen
las nubes oscuras de la guerra, que se disipen por la firme voluntad de una
fraternidad universal en la que las tensiones se resuelvan sobre la base del
encuentro y del diálogo, y que a todos se les garanticen los derechos
fundamentales. Aquí, en vuestro país, rico de historia y de cielo, imploremos
este don de lo alto y pongámonos manos a la obra para construir juntos un
futuro de paz», ha deseado el Papa.
Libertad
religiosa
También ha
reconocido la capacidad que tuvieron los líderes mongoles de abrirse a otras
tradiciones religiosas, especialmente tras el comunismo: «Para ustedes fue casi
natural llegar a la libertad de pensamiento y de religión, sancionada en
vuestra actual Constitución; que ha superado la ideología sin derramamiento de
sangre, la ideología atea que se creía obligada a extirpar el sentimiento
religioso, considerándolo un freno al desarrollo». Por ello, ha insistido en
que la
comunidad católica quiere seguir dando su aportación al avance del
país y ha celebrado las tratativas en curso para un acuerdo bilateral entre
Mongolia y la Santa Sede como «un canal importante para alcanzar las
condiciones básicas para el desarrollo de las actividades ordinarias en las que
está comprometida la Iglesia católica». Mongolia y la Santa Sede acaban de
celebrar los 30 años de relaciones diplomáticas.
Una carta de
ocho siglos
Como signo de
ese futuro para los católicos en Mongolia, el Pontífice ha recurrido al pasado
para recordarles que el cristianismo llamó a la puerta de estas tierras hace
siglos. Ha regalado al pueblo mongol una copia auténtica de una carta que se
conservaba en la Biblioteca
Vaticana procedente del Gran Kan de Mongolia de hace 777 años. En 1246
fray Juan de Plano Carpini, enviado papal, visitó a Guyuk, el tercer gran
emperador mongol, y le presentó una carta oficial del Papa Inocencio IV. La
respuesta de este llegó hasta Roma en firma de carta timbrada con el sello del
Gran Kan en caracteres mongoles tradicionales. Francisco les ha obsequiado con
este testimonio histórico.
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y
Omega






