27 – Septiembre. Miércoles. San Vicente de Paúl, presbítero
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Evangelio según san Lucas 9, 1-6
Habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si algunos no os reciben, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos».
Se pusieron en camino y fueron de aldea en
aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
Comentario
Jesús hace partícipes a los doce
de su misma misión. Cuando los escogió los había llamado “apóstoles” (cf. Lucas
6,13), que significa enviados, pues los iba a enviar a realizar lo que él
mismo hizo desde el inicio de su vida pública: curar a los enfermos, expulsar
demonios, predicar el reino de Dios. Eran tareas que sobrepasaban con mucho las
posibilidades humanas de aquellos doce hombres, la mayoría de ellos pescadores,
sin una especial preparación. Pero nos sorprende la solicitud con la que
responden. Sin apenas equipaje, sin provisiones, se lanzan convencidos de que
allí donde vayan y sean bien recibidos, no les faltará nada necesario para su
sustento. Saben que Dios les será providente, porque se han fiado del maestro,
no de sus propias fuerzas.
Aquellos primeros doce empiezan a
sentir sed por la salvación de las almas, la misma que tiene Jesús. Para eso
vino al mundo. “Por nosotros y por nuestra salvación, bajó del Cielo”,
confesamos en el Credo. Ese afán que nutren los apóstoles es bien distinto del
mero deseo de triunfar. Es más, saben que habrán de estar preparados ante los
posibles fracasos en su misión, y no tener miedo de dar también allí un claro
testimonio, para que aquellos habitantes que les hayan rechazado nunca puedan
decir que nadie les dijo nada sobre la buena nueva del reino de Dios. ¿Quién
sabe si ese “testimonio contra ellos” al final dará también su fruto? “¡Has
fracasado! –Nosotros no fracasamos nunca. –Pusiste del todo tu confianza en
Dios. –No perdonaste, luego, ningún medio humano. Convéncete de esta verdad: el
éxito tuyo –ahora y en esto– era fracasar. –Da gracias al Señor y ¡a comenzar
de nuevo!” (San Josemaría, Camino, n. 404).
En la Iglesia del siglo XXI Jesús
no deja de escoger y enviar a nuevos apóstoles, para que, allí donde estén,
fiados por completo en su palabra, y participando de la misma sed de almas de
Dios, curen a los enfermos del alma y empapen los corazones con la doctrina
salvadora de Cristo.
Josep Boira
Fuente: Opus Dei






