18 – Septiembre. Lunes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Lucas 7, 1-10
Cuando terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado.
Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados
encontraron al siervo sano.
Comentario
Dilo de palabra, y mi criado
quedará sano
Varios son los protagonistas de
este evangelio: Jesús, un centurión romano, uno de sus criados “enfermo a punto
de morir” y “unos ancianos de los judíos”.
La actitud de Jesús no nos choca,
es la de siempre, atiende a los que acuden a él, curando en esta ocasión al
siervo del centurión. Es la actitud continua de Jesús. Ha venido para ayudarnos
a los hombres y su ayuda se extiende a la curación de los enfermos que le
presentan.
Más chocante, de manera positiva,
nos resulta la actitud del centurión con sus varios matices. Destaca, en primer
lugar, el aprecio que tiene a su siervo, deseando lograr su salud. Vemos que no
se atreve a ir directamente a Jesús a presentarle su súplica. Pero busca el
medio de llegar hasta él, a través de “unos ancianos de los judíos”, que saben
del afecto que el centurión tiene a su pueblo como lo demuestra que les ha
construido la sinagoga. Pero lo que más destaca en él es su fe total en Jesús,
en su poder, por eso tiene la seguridad de que su súplica va a ser atendida.
Algo que se manifiesta en que no hace falta que Jesús llegue a su casa y cure
allí al enfermo. Sabe que basta con que pronuncie una palabra a distancia y su
siervo se va a curar. “Dilo de palabra y mi criado quedará sano”. Parece que
también Jesús quedó sorprendido de la confianza y de la fe que ese centurión
depositaba en él. “Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe”.
Ante esa escena evangélica, nos
brota espontáneamente pedirle a Jesús que aumente nuestra confianza y nuestra
fe en él…para seguir siempre el camino que nos indica.
Fuente: Dominicos O. P.






