4 – Septiembre. Lunes de la XXII semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Lucas 4, 16-30
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Comentario
Pero Jesús “se abrió paso entre
ellos y se alejaba”
El evangelio de hoy nos presenta
Jesús hablando, predicando en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había
criado. Hace la lectura de un texto del profeta Isaías. En el que se dice que
el Espíritu del Señor está sobre él y le ha enviado a dar la buena noticias a
los pobres, a los cautivos, a los oprimidos. Al acabar ese texto de Isaías,
Jesús ante el asombro e sus oyentes y vecinos, dice que se cumple en él. Es su
misión para la que ha venido hasta nosotros.
En un primer momento sus oyentes
“le expresan su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que
salía de sus labios”. Pero, en un segundo momento, principalmente cuando Jesús
les recuerda ciertos episodios históricos donde los beneficiados de la acción
de Dios no son judíos, “se pusieron furiosos”, y le llevan fuera del pueblo con
intención de despeñarlo. Pero Jesús “se abrió paso entre ellos y se alejaba”.
En este fragmento, con todas las
particulares de los vecinos de Jesús, vemos la que va a ser la trayectoria de
Jesús a lo largo de su predicación. Unos van a acoger sus palabras como
cargadas de sentido, de vida y de salvación…. Y otros las van a rechazar…
hasta culminar en el rechazo último en un juicio injusto que le llevó a morir
en lo alto de una cruz.
Estas dos posturas, de aceptación
y de rechazo, se siguen produciendo en nuestros días. Pidamos a Jesús que nos
siga concediendo la gracia de aceptarle como nuestro salvador que nos regala
palabras de vida y de vida eterna.
Fuente: Dominicos O.P.






