Católicos provenientes de Corea del Sur, Vietnam, Rusia, China continental, Hong Kong, Tailandia, Kazajistán, Kirguistán y Azerbaiyán han viajado a Mongolia para participar en la Santa Misa presidida por el Papa Francisco en Ulán Bator
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| El Papa Francisco pronuncia la homilía dominical en Ulán Bator (Mongolia) | Crédito: Vatican Media |
Unas 2.500 personas acudieron
este domingo 3 de septiembre al Steppe Arena (Estadio de la Estepa),
una moderna instalación dedicada a acoger competiciones de deportes sobre
hielo.
Minutos antes de la celebración,
el Santo Padre recorrió las instalaciones entre el entusiasmo de los presentes
que vitorearon al Pontífice, muchos de ellos ataviados con los trajes típicos
mongoles.
Durante el recorrido, el Papa se
detuvo algunos instantes con unos peregrinos chinos que desplegaron una bandera
de su país al paso del Pontífice.
“Nómadas de Dios”
El Papa Francisco comenzó su
homilía, pronunciada en italiano, haciendo referencia al Salmo 63: “Mi alma
tiene sed de Ti, por Ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca sin
agua”.
El Pontífice invitó a contemplar
dos aspectos de esta palabra: “La sed que nos habita y el amor que apaga la
sed” y llamó a reconocer esa necesidad de agua en la aridez de la vida.
“Todos, en efecto, somos ‘nómadas
de Dios’, peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor.
El desierto evocado por el salmista se refiere, entonces, a nuestra vida; somos
esa tierra árida que tiene sed de un agua límpida, un agua que apaga la sed
profundamente”, expresó.
A este respecto, el Pontífice
consideró “la fe cristiana responde a esta sed; la toma en serio; no la
descarta, no intenta aplacarla con paliativos o sustitutos” y su contenido es,
por tanto, “el amor que apaga la sed”.
Rememorando los comentarios a los
salmos de San Agustín, el Santo Padre subrayó que Dios se compadece de quienes
viven en un desierto mostrando a Cristo como un camino en medio de la aridez y
enviando mensajeros.
“El Señor no nos hace faltar el
agua de su Palabra", en especial a través de los predicadores y los
misioneros, destacó el Pontífice en un país de misión.
Perder la vida por el Evangelio
En el relato evangélico proclamado este domingo se produce el primer anuncio de la Pasión. En él, el Señor reprocha a San Pedro la mundanidad de sus pensamientos que niegan la Cruz por la que ha de pasar.
El Papa, afirmó a este respecto
que “si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean
suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad
mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que
antes”.
En cambio, señaló, “este es el
mejor camino de todos: abrazar la Cruz de Cristo”, que es “una noticia
desconcertante y extraordinaria” que se encuentra “en el corazón del
cristianismo”.
El contenido de esta novedad es
que “cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la
arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito
para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente”:
Así, el Papa resumió la verdad
“que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no
hace falta ser grandes, ricos o poderosos” pues sólo el amor apaga la sed de
nuestro corazón, cura las heridas y da la verdadera alegría, resumió.
El seguimiento de este camino,
prosiguió el Papa, conlleva “luchar contra los egoísmos personales y mundanos".
Esto implica esfuerzo y sacrificio y, en ocasiones, “tener que subir a la
Cruz”.
Sin embargo, “no es menos cierto
que cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la da en abundancia,
llena de amor y alegría, para la eternidad”, concluyó el Pontífice.
Agradecimiento y alegría
Antes de recibir la bendición
final, el Prefecto Apostólico de Ulán Bator, Cardenal Giorgio Marengo,
pronunció unas palabras de agradecimiento en las que aseguró que se han sentido
"como si estuviéramos con los apóstoles a orillas del lago, como aquel día
en que el Resucitado les esperaba con un brasero encendido".
De manera simbólica, el Cardenal
regaló al Papa la palabra “bayarlalaa”, que significa “gracias” en escritura
mongola antigua y sobre la que explicó: "Esta palabra procede del verbo
'bayarlakh', que significa 'alegrarse'".
En respuesta, el Papa Francisco
animó a la Iglesia que peregrina en Mongolia a seguir adelante, "con
mansedumbre y sin miedo, sintiendo la cercanía y el aliento de toda la Iglesia,
y sobre todo la mirada tierna del Señor, que no se olvida de nadie y mira con
amor a cada uno de sus hijos".
En referencia a la etimología
mongola citada por el Cardenal, el Santo Padre señaló: "Mi 'gracias' está
en sintonía con esta maravillosa intuición de la lengua local, porque está
lleno de alegría".
Por último, invito a rezar con
las palabras del jesuita Pierre Theilhard de Chardin, cuando realizaba trabajos
geológicos en el desierto de Ordo y no tenía las especies eucarísticas para
celebrar la Eucaristía: "Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación,
atraída por Ti, te presenta en esta nueva aurora".
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI Prensa






