El arzobispo de Madrid y responsable de Migraciones de la CEE propone distintas enseñanzas que ofrecen los migrantes con su vida y testimonio
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| Vigilia de oración con la cruz de los migrantes y refugiados. Foto: Vicaría de Pastoral Social e Innovación |
Con motivo de la Jornada Mundial
del Migrante y el Refugiado, que se celebra el próximo domingo, 24 de
septiembre, el arzobispo de Madrid, José Cobo, muestra en una carta a los migrantes como «profetas que denuncian y
anuncian que no hay lugar para ninguna esperanza tras la engañosa seguridad de
nuestros graneros repletos para muchos años». «Ni tras la engañosa seguridad de
nuestros fosos, nuestras concertinas, nuestra inteligencia artificial, nuestro
bienestar, nuestro dinero».
El responsable del Departamento
de Migraciones de la Conferencia Episcopal, en un texto publicado originalmente
en la revista Migraciones, añade que son «profetas del clamor de Dios que
desnuda un sistema político y económico excluyente, y el más salvaje
capitalismo que no tiene misericordia con los más pobres que, por otra parte,
se hacen más pobres y violentados, pues, en los migrantes todo es negocio, son
vendidos y explotados».
En la misiva, el arzobispo de
Madrid hacer una relectura de las categorías teológicas fundamentales a través
del migrante y percibe que de esta manera «este rostro de Dios se dibuja con
nuevos tonos».
El primer análisis lo realiza con
la perspectiva de que los migrantes ayudan a encarar «la cadena de desarraigos
que sufren». «En la bajada y despojamiento pasan, en su camino migratorio, como
Job, por la herida de sentir que Dios ha desaparecido y preguntan en el punto
oscuro de sus crisis: «¿Dónde está Dios?»». Con su fe, expresa, «nos enseñan a
unir la desesperación y la alabanza al mismo tiempo, aun sin ver nada claro».
Dos enseñanzas saca de esa idea:
«Dios es acompañante en todo momento de intemperie» y «Dios señala que la meta
de la vida es la vida eterna».
De la misma manera explica que
«Dios transfigura las dificultades y el horror… sin maquillajes». Una nueva
enseñanza de los migrantes: «En una sociedad que alumbra depresiones y hace
crecer exponencialmente los suicidios, entre ansiolíticos y frustraciones, la
experiencia de nuestros maestros migrantes nos dice que la vida, en su
dificultad, siempre es capaz de ser transfigurada por la mano del Dios que
saben que siempre acompaña misteriosamente».
«Dios camina entre los CIE, entre
los centros de acogida, entre los pisos de alquiler hacinados, o entre los que
viven de las migajas de nuestro mundo; entre quienes han dejado todo para
salvar a sus familias y para aventurarse a lo desconocido y peligroso con Dios
como único sustento», va argumentando el arzobispo de Madrid que muestra que
Dios no es imparcial y apuesta por ellos. «¿De qué parte nos ponemos los que
vivimos en esta sociedad de destino?», se pregunta.
Pone como ejemplo de integración
y acogida las comunidades de Villaverde, comunidades orantes norteafricanas.
Ellas demuestran que «la migración está dando una nueva cara a la Iglesia en
cada comunidad cristiana. Hace posible que vivamos ya la fraternidad humana de
forma concretísima, como proyecto que va creciendo entre nosotros. Así lo vemos
por tantos rincones».
Por todo ello, defiende que «la
construcción de las comunidades acogedoras y misioneras del futuro tendrán que
beber de la pastoral de migraciones para entender las oportunidades y
fortalezas que aporta la diversidad cultural, los nuevos vecinos y miembros de
la comunidad que llegan».
Álvaro Real Arévalo
Fuente: Alfa y Omega






