9.10.23

EL PAPA RECUERDA QUE LA VIDA ES UN DON GRATUITO DE DIOS QUE HAY QUE AGRADECER CADA DÍA

“La ingratitud alimenta la avidez, y crece en ellos un sentimiento progresivo  de rebelión que los lleva a ver la realidad de manera distorsionada, a sentirse acreedores en vez de deudores  del propietario que les había dado trabajo”

Papa Francisco en el rezo del Ángelus. Foto: Vatican Media |

En el Ángelus de este domingo 8 de octubre, el Papa Francisco invitó a los fieles a preguntarse si realmente saben que han recibido la vida “sin méritos” y afirmó que cuando el hombre “se cree que se hace a sí mismo y se olvida de la gratitud, olvida la realidad fundamental de la vida: que el bien viene de la gracia de Dios, de su don gratuito”. 

Ante los fieles que le escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre comentó el Evangelio del día, la parábola de la viña que es “dramática y tiene un final triste”  (cfr. Mt 21,33-43).

El Pontífice remarcó que los viñadores, en lugar de recoger la cosecha y agradecer al dueño por su trato justo y por todo lo que han recibido, “insinúan pensamientos ingratos y ávidos”.

“La ingratitud alimenta la avidez, y crece en ellos un sentimiento progresivo  de rebelión que los lleva a ver la realidad de manera distorsionada, a sentirse acreedores en vez de deudores  del propietario que les había dado trabajo”, señaló. 

El Papa Francisco lamentó que es un “feo proceso” que muchas veces “sucede en el corazón de la gente y en nuestro corazón”.

Con esta parábola, explica el Pontífice, “Jesús nos recuerda lo que sucede cuando el hombre se cree que se hace a sí mismo y se olvida de la gratitud, olvida la realidad fundamental de la vida: que el bien viene de la gracia de Dios, de su don gratuito”. 

“Cuando uno olvida esto, —advirtió— termina por vivir la propia condición y el propio límite no ya con la alegría de sentirse  amado y salvado, sino con la triste ilusión de no tener necesidad de amor ni de salvación”. 

En estas ocasiones, “uno ya no se deja querer, y se  encuentra prisionero de su propia codicia, de la necesidad de tener más que los demás, de querer estar por encima de los  demás. Es feo este proceso, y muchas veces nos ocurre, pensémoslo seriamente”. 

Es de ahí, según el Santo Padre, de donde “provienen muchas insatisfacciones y recriminaciones, tantas incomprensiones y envidias; y, a causa del rencor, se puede caer en el torbellino de la violencia. Sí, queridos hermanos y hermanas, la ingratitud genera violencia,  mientras que un simple ‘gracias’ puede restablecer la paz”.

En esta línea, el Papa Francisco dirigió las siguientes preguntas a los fieles desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano:¿me doy cuenta de que he recibido la vida como un don, y de que yo mismo, yo misma, soy un don? ¿Creo que todo comienza por la gracia del Señor? ¿Comprendo que soy beneficiario de ella sin méritos, que  he sido amado y salvado gratuitamente? Y, sobre todo, ¿sé decir ‘gracias’ como respuesta a la gracia?”.

“Es una palabra  pequeña que esperan cada día Dios y los hermanos. Preguntémonos si esa pequeña palabra, ‘gracias’, está presente en  nuestras vidas”.  

Más tarde, explicó la importancia de pronunciar las “tres palabras que son el secreto de la convivencia: gracias, permiso y perdón”.

“Que María, cuya alma proclama la grandeza del Señor, nos ayude a hacer de la gratitud la luz que surge todos los días del corazón”, concluyó. 

Por Almudena Martínez-Bordiú

Fuente: ACI Prensa


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