24 – Octubre. Martes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario
![]() |
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 12,
35-38
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas.
Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados
aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en
verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá
sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra
así, bienaventurados ellos.
Comentario
El evangelio de hoy recoge la
primera de las parábolas en las que el Señor exhorta a la vigilancia. Está
tomada del cuidado de los criados que esperan a su amo que viene de las bodas.
El estar ceñidos indica tener levantados y ajustados los vestidos para servir;
las lámparas encendidas aluden al cortejo nupcial que llega de noche.
Con esta parábola, Jesucristo nos
enseña cuál debe ser la actitud fundamental del cristiano: estar en vela.
Esto es lo propio del alma
sacerdotal de todo cristiano: alimentar espiritualmente al pueblo de Dios,
mantener el mundo abierto a Dios. Todo cristiano es un guardián, que vela por
sus hermanos, vigilando, rezando, custodiando.
Del mismo modo que Jesucristo
estuvo en el huerto de los olivos velando; Él pide a cada cristiano que se haga
cargo de las necesidades de los hombres, que no se deje llevar por la
somnolencia y el descuido.
Y cuando el cristiano vive así,
entonces sucede lo que Jesús sigue contando en la parábola: el esposo se ciñe
como un siervo, le sienta a su mesa y se pone a servirle. Y entonces se produce
la gran transformación: el criado se convierte en el amigo íntimo.
Este es el gran deseo de
Jesucristo, llegar a una comunión de vida con cada cristiano.
La relación que Dios quiere tener
con nosotros no es una relación de súbdito devoto con el rey o de siervos
fieles del amo. Él quiere tener una relación de intimidad, amorosa, con
nosotros: es Él quien nos desea, nos busca, nos invita a su fiesta y nos sirve.
Pobres, sencillos, sin méritos,
sin talentos, somos los amados, los predilectos de Dios.
Y para entrar en esa fiesta, el
cristiano debe hacerse cargo de lo que Cristo lleva en su corazón: todas y cada
una de las personas de este mundo.
Luis Cruz
Fuente: Opus Dei






