20 – Noviembre. Lunes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 18,
35-43
Cuando se acercaba a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: «Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo: «Señor, que recobre la vista».
Jesús
le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado». Y enseguida recobró la
vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a
Dios.
Comentario
Señor, que vea otra vez
La fama de Jesús, de su buena
noticia, de las curaciones que realizaba a los enfermos, ya había empezado a
extenderse. Por donde iba, yo no pasaba desapercibido. Es lo que vemos en el
evangelio de hoy cuando Jesús se acercaba a Jericó, donde había un ciego al
borde del camino pidiendo limosna. Al enterarse que pasaba por allí Jesús,
comenzó a gritar buscando su ayuda. Pero curiosamente, de entrada, le pide que
tenga compasión de él. Aunque evidentemente cuando Jesús se acerca él, y le
interroga qué quiere que haga por él, concreta su petición rogándole que le
devuelva la vista. Algo que Jesús le concede: Le curó la confianza que tenía en
Jesús de que le podía devolver la vista, porque Jesús, el Hijo de Dios, tenía
poder para ello. “Tu fe te ha curado”.
De alguna manera todos nosotros
nos vemos retratados en esta escena del ciego. Y nos atrevemos a pedirle a
Jesús: “Señor, que vea otra vez”. Pero le pedimos no que no cure la ceguera de
nuestros ojos, porque con ellos vemos, sino la ceguera de nuestro corazón, que
en muchas ocasiones no acaba de ver claro. Le pedimos que nuestro corazón vea
claro a la hora de saber cómo reaccionar ante las distintas circunstancias de
la vida para encontrar el sentido que todos buscamos, que nos convenza con
rotundidad que Dios es nuestro gran Padre que nos ama entrañablemente, que
todos los hombres son nuestros hermanos, que nuestro destino es la resurrección
a una vida de total felicidad y para siempre…confiando la respuesta positiva de
Jesús: “Tu fe te ha curado”.
Fuente: Dominicos O. P.