4 – Noviembre. Sábado. San Carlos Borromeo, obispo
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Evangelio según san Lucas 14, 1.
7-11
Un sábado, entró él en casa de
uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último
puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más
arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo
el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Comentario
Santa Teresa decía que la
humildad es andar en verdad. Es la virtud que nos permite situarnos en la
realidad de nosotros mismos, vivir en ella con serenidad y alegría. En la
parábola que se nos propone en el Evangelio de hoy, Jesús nos indica cómo hacer
para andar en la verdad de nosotros mismos. Nos hace ver que el modo
más acertado para llegar a nuestra verdad es considerar nuestra vida desde la
perspectiva de Dios.
En la imagen de los invitados al
banquete que se lanzan ávidamente al primer lugar podemos ver reflejada la
actitud de quien busca un reconocimiento prematuro, un estatus o situación de
prestigio, sin pensar si realmente corresponde a la realidad de su condición.
Es una actitud que, incluso desde un punto de vista meramente humano, resulta
poco elegante. No pocas veces, la misma evolución espontánea de los
acontecimientos acaba por revelar lo artificial que era esa posición, metiendo
en crisis a la persona que había vivido fuera de su realidad, obligándola
entonces a «buscar, lleno de vergüenza, el último lugar» (v. 9).
Pero con esta parábola el Señor
no quiere limitarse a denunciar la vanidad, sino que desea sobre todo
enseñarnos el camino para llegar a nuestra verdad. Por eso propone que no nos
apresuremos a buscar un lugar de relieve o a pretender que se nos trate de una
cierta manera. Nos anima a dejar que sea nuestro Padre Dios quien nos diga el
«Amigo, sube más arriba» (v. 10), es decir, que nos diga que para Él somos
siempre sus amigos y lo único que realmente cuenta es estar a su lado. Nuestra
condición de hijos de Dios es la verdad más fundamental, desde la que podemos
valorar y construir todo lo demás en nuestras vidas.
«Porque todo el que se ensalza
será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (v 11). Santa María nos
enseña a recorrer con gozo este camino que nos propone su Hijo: «ha puesto los
ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada
todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso»
(Lucas 1,48-49).
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus Dei






