Siempre que rezamos el Padrenuestro terminamos diciendo la palabra "amén", excepto durante la Misa. Esto tiene una razón y aquí te la explicamos
Ángel Cantero / Iglesia en Valladolid |
La palabra «amén», uno de los
vocablos más utilizados por los cristianos, es difícilmente traducible en
su sentido más profundo (por eso se mantiene en hebreo, el idioma original) y
se utiliza siempre en relación con Dios.
Pronunciar esta palabra es
proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con el objetivo
de ratificar una proposición o unirse a ella o a una oración.
Por eso, expresado en forma grupal,
en el ámbito de un servicio divino u oficio religioso, también significa «estar
de acuerdo» con lo expresado.
¿Para qué se
utiliza?
La palabra «amén» se utiliza
siempre para concluir las oraciones. Sin embargo, la oración por excelencia,
el Padre nuestro, se
concluye siempre con el «amén», excepto cuando se dice durante la
Misa.
Hay que señalar que el Padre nuestro es la única oración de la Iglesia que está integrada en la liturgia de la Misa.
¿Por que no
decimos amén?
¿Cuál es la explicación? Pues,
sencillamente, no se dice «amén» porque la oración no ha terminado aún.
Después de que la asamblea concluye
diciendo «y líbranos del mal», en lugar de decir «amén», el sacerdote continúa
hablando. La liturgia llama a esto con una palabra: «embolismo«; lo cual
quiere decir que es una oración que recoge y desarrolla una oración precedente.
El sacerdote desarrolla la última
petición del Padre nuestro (… y líbranos del mal), y continúa diciendo:
«Líbranos Señor de todos los males,
y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado y protegidos contra toda perturbación,
mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro salvador, Jesucristo».
¿Cómo acaba la
oración?
Y el pueblo responde con una
antiquísima aclamación, cuyo origen se pierde en los primeros siglos de la
historia de la Iglesia:
«Tuyo es el Reino, tuyo el poder y
la gloria por siempre, Señor».
Así que el Padre nuestro queda
integrado totalmente en la liturgia eucarística, no como un añadido sino como
parte fundamental de ella.
Fuente: Aleteia