A partir de la propuesta del Papa Francisco del 13
de diciembre de 2013
1. Regálale a DIOS un poco de tu silencio y, Él, te dará abundancia de equilibrio interior
y de fuerza para avanzar en aquello que te propongas. La oración es el
termómetro de una fe contrastada con el Señor.
2. Ofrécele a quien necesite, un gramo de tu paciencia, un minuto de tu
escucha, un espacio de tu corazón. Sentirás que, la felicidad, se conquista con
lo que más cuesta. El Señor siempre es paciente contigo.
3. Lánzate a las causas que,
aparentemente, sean perdidas. Defiende la verdad, aunque te digan que es
mentira. Abandera la esperanza, aunque vociferen que todo está perdido. Mantén
tu cintura cristiana, aunque te digan que eso fue una moda que ya pasó. Recuerda:
“Todo pecador tiene un pasado” (Papa Francisco)
4. Acompaña al que, por la vida, anda sin
rumbo. Al que confunde el bien con el mal, el
día con la noche, el cierzo con la brisa o la fe con una idea simple y
acomodada. Comprobarás que, el trigo después de ser molido, ha de ser cribado
para conseguir un pan bueno.
5. Libera, con la llave de tu personalidad, de tu palabra oportuna o con tu habilidad cierta, a
todo aquel que no sabe salir de la celda de su egoísmo o cerrazón. Te darás
cuenta que las cárceles no existen en las periferias de las ciudades. Que hay
muchos conocidos nuestros que, sin saberlo, se encuentran maniatados, sin
libertad para expresarse o sin valentía para hacerlo.
6. La ignorancia no está para denunciarla
sino para instruirla. Jesús, con paciencia y delicadeza,
supo llevar adelante a un grupo de 12 discípulos que no sabían –ni de cerca ni
de lejos- la suerte que le aguardaba al Maestro y tampoco a ellos. Si Jesús no
lo tuvo fácil, tampoco nosotros nos hemos de echar atrás por la incomprensión
del momento. En la persistencia e insistencia está el éxito de muchas cosas.
7. Las grandes necesidades no están sólo
en el Tercer Mundo. Hay un primer mundo solitario,
ennegrecido y enfrentado. Ayudar al necesitado es pensar y buscar quién está
vacío, quien camina desorientado, quién es mendigo de cosas tan elementales
como el afecto, la compañía, una palabra o un pequeño testimonio cristiano.
Puedes ser una mano abierta ante tantos rostros cerrados.
8. Misericordina de comprensión y no de ofensa; de alegría y no de amargura; de
paciencia y no de nerviosismo. Son un déficit en un ambiente crispado,
pesimista o lento para acoger al otro. Procura, allá donde te encuentres, ser
una receta afectiva y efectiva ante situaciones que exigen un partir en dos el
corazón que llevamos dentro.
Por Cuaresma, en el Año Santo Jubilar de
la Misericordia, “misericordina a domicilio” pero sin perder la denominación
origen y el médico que la receta: ¡DIOS DESDE EL CIELO Y DEMOSTRADA EN
LA CRUZ!
Por Javier Leoz
Fuente: Betania