24.3.16

REFLEXIÓN PARA EL JUEVES SANTO

Y habiendo amado a los suyos, les amó hasta el extremo

Nos quedan tres días para llegar a la Pascua. Los acontecimientos de estos tres días santos, de este Triduo santo, dentro de esta gran semana, son acontecimientos en que Jesús demuestra todo el amor que tiene, pero lo quiere hacer en el marco de la normalidad, en el contexto pascual, en el momento de la celebración de la Pascua judía. Jesús inaugura una nueva Pascua y nos deja lo máximo de su corazón: nos va a entregar la eucaristía, el sacerdocio, la humildad de su lavatorio de los pies a sus discípulos, el gran mandamiento del amor. 


 No nos perdamos ningún momento. Vamos a acompañar a Jesús en todos los detalles de esta última Cena, la última Cena que Él hace con sus discípulos en plena comunidad eclesial; y los reúne como hijos, como hermanos. Todo es amor, el amor de Jesús llega hasta el extremo, hasta dar la vida por ti y por mí, querido amigo, hasta ponerse a servir lavándonos los pies, hasta decirnos cómo tenemos que amar. No tenemos ninguna excusa para [no] tomarnos en serio las actitudes de Jesús. “Os he dado ejemplo para que lo que Yo he hecho con vosotros, también lo hagáis”.

Vemos a Jesús que celebra la Pascua judía rodeado de los suyos. Todo es importante. Nos metemos en su corazón. ¿Qué sentiría Jesús en esta Cena, su última Cena, donde se refleja el amor, su majestad, su espera, su deseo de morir al día siguiente y, sobre todo, esa gran ternura por la humanidad? Jesús encomendó a sus discípulos predilectos, Pedro y Juan, que prepararan todo. Estos dos discípulos se esmeran en todos los preparativos y pusieron una especial atención para que todo estuviera perfectamente dispuesto. Y Jesús se vuelca en amor y ternura hacia sus discípulos. Es una Cena afectuosa, inmensamente triste, reveladora de su amor y que resume su gran corazón, su gran mensaje: “los amó hasta el fin”.

Querido amigo, hoy tenemos que meditar ese amor de Jesús por cada uno de nosotros. Tenemos que meditar cómo le correspondemos, cómo le tratamos, qué actos de desagravio hacemos con Él, cómo es nuestra eucaristía, cómo es nuestro servicio. Él realiza la institución de la eucaristía: “Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre”. El gran regalo de la eucaristía, que fortalece nuestra debilidad, que nos acompaña en nuestras preocupaciones, en nuestra soledad; que nos da fuerza. “Haced esto en memoria mía”. Instituye el sacramento del sacerdocio, el sacerdocio ministerial. ¡Lo más impresionante es que se queda con nosotros! Jesús es el mismo en el Cenáculo que en el sagrario. Esta tarde, cuando vayamos a adorarle en los monumentos, en el Monumento, nos encontraremos con Él, que  nos ve y que nos reconoce y le contaremos lo que nos preocupa, y le agradeceremos su entrega, porque Él siempre está esperándonos en el sagrario.

Pero también nos entrega, ante su inminente partida, un mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Éste es su testamento: “que os améis unos a otros como Yo os he amado”. Jueves Santo, día del amor, día de cuestionarnos nuestra caridad, nuestro amor; día de lavar y dejarnos lavar los pies. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”. Qué gestos de hoy… ¡los grandes gestos! El lavatorio: cómo Pedro se niega, pero Jesús le ama en extremo y le dice: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. La gran señal: “En esto conocerán que sois mis discípulos: el amor”.

Querido amigo, es un día de estar, de dejarse mirar por el Señor, de contemplar profundamente todos los gestos de su amor, de ver lo que hace paso a paso, de todo lo que nos deja hoy. Aprendamos todo lo que nos dice, veámosle ahí, agachado, a los pies de los discípulos, humillado, para lavarnos, para quitarnos todo. Veámosle también dándonos ese gran secreto de su corazón: el amor. “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. ¿Somos capaces de amar como Él? ¿Somos capaces de abandonarle, de traicionarle? ¿Sabemos lavar los pies también y dejarnos lavar? ¿Cómo valoro yo la Eucaristía? ¿Qué hago? ¿Cómo son mis actos de amor hacia Él?, ¿cómo?

Querido amigo, el día del sacramento, el día del servicio, el día del amor. Sobran todas las palabras, sólo se repite como un retintín: “los amó hasta el extremo”. Me ama hasta el extremo, me entrega todo: servicio, amor, cariño, testamento, sagrario, eucaristía. Nos quedamos acogiendo todos los gestos de Jesús, acogiendo todo lo que Él nos dice y viendo realmente esos detalles finos del amor de Jesús. “Éste es mi mandamiento: que os améis”. Día del amor fraterno. ¿Cómo es mi amor? ¿Cómo es mi servicio? ¿A cambio de qué yo amo? Día de la eucaristía. Adoración, silencio, miradas de amor, entrega, cariño… Nos metemos también en esta Cena, como un discípulo más, nos dejamos lavar por Jesús, estamos muy atentos a todo lo que pasa en ella. Oigamos: “Tanto te he amado que te he amado hasta el extremo”.

Querido amigo, nos quedamos con Él, metidos en el Cenáculo, absorbiendo todos los gestos de amor de Jesús. Él nos espera; no dejes pasar este día. Con María nos metemos también y nos dejamos acompañar para ser más lúcidos en este gran día del amor fraterno. El amor ya sabemos cómo es: hasta el extremo, pacífico, no se irrita, no piensa mal. Pero el gran ejemplo es Jesús... No te pierdas su contacto y vamos a empezar a amar desde el Corazón de Dios, desde el Corazón de un Jesús que no puede menos de entregarse hasta la muerte por ti y por mí.


Fuente: Ecclesia
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