25.3.16

REFLEXIÓN PARA EL VIERNES SANTO

¿Qué nos dices de ti, Cruz? 
¡Habla! ¡Tú, que fuiste Cruz!

¿Qué se siente al ser sostenida por las manos más justas que jamás un madero acariciaron?

¿Qué se siente al ser cargada por el mejor de los hombres con paso firme y dejando tras de sí huellas en infinito reguero de sangre?

¿Qué se vive cuando se es traspasada y se es soporte del dolor sin límite y de la muerte sin defensa alguna?


¿A dónde se mira cuando fuiste elevada con el amor ajusticiado, sin derecho a réplica y con la burla al pie de tu estilizada silueta?

¿No te estremeciste cuando pensaron en ti como altar donde se desangró aquel cordero que, con su sacrificio, sigue otorgando el premio de la eternidad a los hombres?

¿No te revelaste desde la azotea de tu ser madero cuando aquellos sellaron lo que nunca sintieron ni pensaron?: ¡INRI!..es Aquel que, siéndolo, guarda silencio por aquellos que asintieron y se lanzaron a un corredor de muerte después de un lavatorio cómodo, palaciego, cobarde y mezquino.

¿Qué se piensa cuando se es frontis de la justicia injustamente tratada; del amor con odio condenado; de la pasión con apasionamiento crucificado; del perdón con saña traspasado?



¿Qué se revuelve por dentro cuando se asiste impotente a la soledad de Aquel al que se quiere; de la bondad de  Aquel al que se ama; de la quietud de Aquel que tanto dio sin esperar nada a cambio?

¿QUÉ NOS DICES DE TI CRUZ?...TU QUE SABES MUCHO POR SER CRUZ

Después de haber contemplado dudas y batallas, encuentros y des-encuentros por aquella calle dolorosa

Después de haber caído como un quintal de peso y de dolor insoportables sobre Aquel que pudiéndolo todo renunció a valerse de su privilegio de Hijo.

Después de haber sido “tocada” por las manos más santas y puras, abiertas y dulces de Santa María. De haber tenido la guardia más privilegiada, atenta, valiente y solidaria de aquel que fue discípulo amado y, a su lado, la Madre de la Iglesia.

Después de haber sido testigo, púlpito, micrófono y altavoz de las siete palabras con más pasión y verdad, misericordia, vértigo y paz desde ti proclamadas.

¿No sientes escalofríos de haber sido, sin quererlo, protagonista de aquel primer viernes santo donde te convertiste en signo y símbolo del AMOR que en un arrebato de locura, Dios, a la humanidad entera nos regalaba?

¿QUÉ NOS DICES A NOSOTROS?...¡TÚ QUE FUISTE CRUZ!

¿Cómo se hace para tener la fortaleza de tus entrañas cuando estamos acostumbrados a la dulzura y cuidado de nuestros cuerpos?

¿Hacia dónde hemos de mirar para no ser cómplices de tanta muerte innecesaria que produce vértigos en la felicidad nunca suficientemente conquistada?

¿Cómo ser clavado sin sufrir, maltratado sin odiar, elevado sin ser engreído, astillado sin peligro de ser destrozado?

¿Cómo ser símbolo de amor sin distinción, de perdón sin exigencias, de palabras sin ruido, de gestos que no suenen a vacío?

DINOS, TÚ QUE FUISTE CRUZ,
A NOSOTROS QUE NOS CUESTA TANTO LLEVARTE,
COMPRENDERTE, DEFENDERTE Y LEVANTARTE
COMO ESTANDARTE DE CLARA VICTORIA
SOBRE LA MUERTE
¡DINOS ALGO!

¡TÚ, QUE FUISTE CRUZ!


Fuente: Ecclesia/Francisco Javier Leoz
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