Los seres
humanos no somos cosas, ni siquiera después de muertos
La Congregación
para la Doctrina de la Fe (CDF) de la Iglesia católica ha publicado una
instrucción titulada Ad resurgendum cum Christo, acerca de la sepultura de los
difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación.
No obstante ser
una reflexión dirigida a los católicos, un asunto más bien familiar, ha causado
revuelo en los medios de comunicación y redes sociales en Occidente. El hecho
es de llamar la atención, lo que obliga a una pequeña reflexión.
1. La Instrucción está
dirigida a los católicos de todo el mundo, como un asunto al interior de la
Iglesia. Ahora bien, precisamente porque es católica, también contiene un
mensaje universal para todos los hombres y mujeres de buena voluntad. El
mensaje nos dice que los seres humanos no somos cosas, ni siquiera después de
muertos. La dignidad de cada persona debe ser respetada desde el primer momento
de la vida, hasta la muerte natural, representada también en el trato que damos
al cuerpo de los difuntos.
La dignidad de
cada persona y de todas las personas es la razón más poderosa que nos une como
humanidad. Esto, que es común al común de las religiones, es también accesible
a la razón por sí misma. Una verdad que puede unirnos a creyentes de todas las
religiones, agnósticos y ateos más allá de nuestras naturales diferencias.
2. El documento
como tal versa sobre cómo los católicos deben tratar con dignidad el cuerpo de
los difuntos, en caso de inhumación o de cremación, para veneración y
acompañamiento en la oración por parte de los familiares, la comunidad local y
la Iglesia universal, sin caer en sincretismos que sólo confunden el sentido
cristiano de la muerte y faltan al respeto a otras formas rituales del
tratamiento de los muertos.
Esto, en
consideración pastoral a las particularidades personales, sociales y
culturales, es lo que deberán discernir los obispos de cada lugar y en cada
región. Es una instrucción que, por respetar nuestras creencias y formas
rituales como católicos, afirma el respeto a otras creencias. No es diluyendo
la propia identidad como se tienden puentes de encuentro, sino afirmándola con
respeto y consideración. Por cierto, una forma muy católica de proceder.
3. La
instrucción no trata de la donación de órganos, como tampoco de la disposición
del propio cuerpo para el estudio de la ciencia. En cualquier caso, se estará
respetando la dignidad de la persona, porque una donación es un acto de caridad
a favor de la vida. De hecho, lo segundo es un asunto resuelto desde hace
centurias en la Iglesia. Por ejemplo, el gran sabio don Carlos de Sigüenza y
Góngora, sacerdote católico de la Nueva España, hoy México, a finales del siglo
XVII donó su cuerpo a la Universidad de México para que en él pudieran estudiar
anatomía los estudiantes de medicina. Lo contrario es la profanación de un
cadáver, lo que implica reducirlo a simple cosa, configurando una falta
profunda de respeto a la persona.
4. Esta
Instrucción de la CDF se hace cargo de manera clara, puntual y precisa de dos
obras de misericordia, principalmente. Una, material, la obligación de dar
cristiana sepultura a nuestros muertos. Dos, espiritual, la obligación de dar
buen consejo a quienes lo necesitan. En estos tiempos en los cuales los seres
humanos hemos sido reducidos a simples objetos de desecho, es muy oportuno dar
un buen consejo a los católicos del mundo: una forma muy importante de dar cara
a la cultura del descarte, a la creciente deshumanización, es dando cristiana
sepultura a nuestros difuntos como fehaciente testimonio que las personas no
somos cosas, ni siquiera después de muertos.
4. El documento
hunde profundas raíces en lo más bello de las creencias de los católicos,
presentes en los credos que rezamos los domingos, a lo largo del año litúrgico,
tres en especial. Primera y más importante, nuestra unión vitalcon la pasión,
muerte y resurrección de Cristo quien nos ha liberado de la esclavitud del
pecado y también de la muerte.
Segunda,
nuestra fe en que, junto con Cristo, resucitaremos como personas íntegras, en
cuerpo y alma, por lo cual afirmamos nuestra creencia en la resurrección de la
carne. Tercera, también estamos ciertos de los lazos de caridad que nos
vinculan a cuantos peregrinamos en esta tierra, con quienes se purifican para
encontrarse con Dios y quienes ya están en su presencia; lazos de unidad que
llamamos “la comunión de los santos”, cuya fiesta celebramos justo en estas
fechas en todos los rincones del planeta.
5. Me
sorprenden los analistas y anónimos duendes de las redes sociales que, en
distintos lugares de Occidente, han hecho burla, con saña singular, de lo dicho
por la Iglesia. Me pregunto si estas personas estarían tan dispuestas a
burlarse de los ritos funerarios y creencias sobre la muerte de judíos,
musulmanes, animistas, budistas o de cualquier otra religión. Obviamente que no
lo harían por pavor a ser acusados de utilizar discursos discriminatorios, por
pavor a ser considerados “políticamente incorrectos”.
Pero como se
trata de cristianos, entonces no tienen reserva alguna de atacar con creciente
saña. Esta es una demostración fehaciente de que hoy, aquí y ahora, existe una
persecución de baja intensidad contra los discípulos del Nazareno, la cual
suele tomar la forma de acoso cultural.
La persecución
de baja intensidad no es “menos mala” que una persecución violenta. La segunda
mata el cuerpo; mientras que la primera busca matar el alma. Y bien nos
advirtió Jesús que los segundo eran más peligrosos que los primeros porque nos
cuantos comprometen seriamente nuestra relación con Dios y ponen en entredicho
la salvación. Es tiempo de perder la ingenuidad.
Lo cierto es
que siempre, hoy como hace dos mil años, la resurrección de Cristo ha sido
considerada como locura para unos y escándalo para otros. Pues bien, es un
excelente momento para recordar que la Iglesia es una gran familia a la cual
todas y cada una de las personas están cordialmente invitadas, en respeto a lo
más profundo de la dignidad de cada persona, en cualquier momento de su
existencia, incluido ese momento tan importante de la vida como es el morir. La
instrucción aquí comentada, simple y llanamente, lo confirma.
JORGE
TRASLOSHEROS
Fuente: Aleteia






