5.12.16

LA VERDAD ROBADA SOBRE LA RELIGIÓN (Final)

Cuando te digan que la religión es un invento de los hombres, o un producto cultural, puedes estar seguro de dos cosas...


El hombre no puede ser feliz sino por la religión que le permite conocer adecuadamente a Dios y amarle. Esto se puede ver con claridad:

1º La inteligencia necesita de la verdad y de la verdad entera: las partículas de verdad esparcidas por las criaturas no pueden bastarle; necesita de la verdad infinita, que sólo se halla en Dios.

En consecuencia, ante todas las cosas, la inteligencia necesita del conocimiento de Dios, su principio y su fin. Pero como la religión es la única que ofrece soluciones claras, precisas y plenamente satisfactorias a todas las cuestiones que el hombre no puede ignorar, debemos concluir que la religión es necesaria. Por eso todos los sabios, verdaderamente dignos de tal nombre, se han mostrado profundamente religiosos. La frase de Bacon será siempre la expresión de la verdad: “Poca ciencia aleja de la religión, mucha ciencia lleva a ella”.

2º El corazón del hombre necesita del amor de Dios, porque ha sido hecho para Dios, y no puede hallar reposo ni felicidad sino amando a Dios, su Bien supremo. Ni el oro, ni los placeres, ni la gloria podrán jamás satisfacer el corazón del hombre: sus deseos son tan grandes, que no bastan a llenarlos todas estas cosas finitas y pasajeras. Por eso todos los santos, todos los corazones nobles, todos los hombres hallan en la religión una alegría, una plenitud de contento que no podrán dar jamás todos los placeres de los sentidos y todas las alegrías del mundo.

3º La voluntad del hombre necesita de una regla segura para dirigirse hacia el bien y de motivos capaces de sostener su valor frente a las pasiones que hay que vencer, a los deberes que hay que cumplir, a los sacrificios que hay que hacer. Pues bien, sólo la religión puede dar a la voluntad esta firmeza, esta energía soberana, mostrándole a Dios como el remunerador de la virtud y castigador del crimen. A no ser por el freno saludable del temor de Dios, el hombre se abandonaría a todas las pasiones y se precipitaría en un abismo de miserias.

4º Finalmente, la religión nos proporciona en la oración un consuelo, en la esperanza un remedio, en el amor de Dios una alegría, en la resignación un socorro y una fuerza; y, además, nos hace entrever, después de esta vida, una felicidad completa y sin fin. El hombre religioso es siempre el más feliz, o, por lo menos, el más consolado.

En cambio, el hombre sin religión es un gran desgraciado aun en este mundo.

La religión es también necesaria a la sociedad. Pues toda sociedad necesita:

1º en los que gobiernan, justicia y pronta disposición a servir y favorecer a los demás;

2º en los súbditos, obediencia a las leyes;

3º en todos los asociados, virtudes sociales. Ahora bien, sólo la religión, puede inspirar: a los superiores, la justicia y la disposición a sacrificarse en bien de los súbditos; a éstos, el respeto al poder y la obediencia; a todos, las virtudes sociales, la justicia, la caridad, la unión, la concordia y el espíritu de sacrificio por el bien de los demás. Por tanto, la religión es necesaria a la sociedad.

El fundamento, la base de toda sociedad, es el derecho de mandar en aquellos que gobiernan, y el deber de obedecer en aquellos que son gobernados. Lo reconocía el mismo impío Voltaire: “Yo no quisiera tener que ver con un príncipe ateo, que hallara su interés en hacerme machacar en un mortero; estaría seguro de ser machacado...” Y añade: “Si el mundo fuera gobernado por ateos, sería lo mismo que hallarse bajo el imperio de los espíritus infernales que nos pintan cebándose en sus víctimas”.

De hecho, hoy en día, en muchos países gobernados por ateos, se cumple la observación volteriana. ¿De dónde viene este derecho de mandar, que constituye la autoridad social? No puede venir del hombre, aun tomado colectivamente, puesto que todos los hombres son iguales por naturaleza, nadie es superior a sus semejantes. Este derecho no puede venir sino de Dios, que, creando al hombre sociable, ha creado de hecho la sociedad.

Por tanto para justificar este derecho, hay que remontarse hasta Dios, autoridad suprema, de la cual dimana toda autoridad. “El hombre sin religión es un animal salvaje, que no siente su fuerza sino cuando muerde y devora”, escribe Montesquieu. Y el incrédulo Rousseau confiesa: “Yo no acierto a comprender cómo se pueda ser virtuoso sin religión; he profesado durante mucho tiempo esta falsa opinión, de la que me he desengañado”.

Y además, la necesidad de la religión lo prueba nuestra misma experiencia. “En todas las edades de la historia, dice Le Play, se ha notado que los pueblos penetrados de las más firmes creencias en Dios y en la vida futura se han elevado rápidamente sobre los otros, así por la virtud y el talento como por el poderío y la riqueza”.

Los crímenes se multiplican en una nación a medida que la religión disminuye. Por esto, los que tratan de destruir la religión en un Pueblo son los peores enemigos de la sociedad, cuyos fundamentos socavan. “Sería más fácil construir una ciudad en los aires, que constituir una sociedad sin templos, sin altares, sin Dios”, decía Plutarco. Y Platón: “Aquel que destruye la religión, destruye los fundamentos de toda sociedad humana, porque sin religión no hay sociedad posible”. Y el mismo Napoleón I decía: “Sin religión, los hombres se degollarían por cualquier insignificancia”. Dicho y hecho: miremos, si no, las nuevas sociedades irreligiosas... y cuidemos nuestras espaldas.

Por esto todos los pueblos han reconocido la necesidad de la religión. Todos los pueblos han tenido templos y altares en todos los tiempos. Como decía el nada sospechoso Hume: “Jamás se fundó un Estado sin que la religión le sirviera de base. Buscad un pueblo sin religión, y si lo encontráis, podéis estar seguros de que no se diferencia de los animales”.

Por: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE

Fuente: Del libro Las Verdades Robadas

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