3.12.16

LA VERDAD ROBADA SOBRE LA RELIGIÓN (IV)

Cuando te digan que la religión es un invento de los hombres, o un producto cultural, puedes estar seguro de dos cosas...


3. Algunos intentos de explicación

Ha habido realmente muchas escuelas filosóficas (las denomino así pues aunque se auto titulen etnológicas, se meten en este punto en una cuestión que toca problemas filosóficos) que han intentado explicar el fenómeno religioso con disquisiciones puramente naturales. Aunque no lo hayan logrado (siempre quedan baches inexplicables) vale la pena mencionarlas.
Explicación de la escuela mitológica


Esta escuela fue formada a mediados del siglo XIX por A. Kuhn y sostenía que las figuras de la mitología religiosa no eran sino personificaciones de los objetos y fenómenos de la naturaleza, especialmente de los grandes astros. El más famoso representante fue Federico Max Müller (1823-1900), fundador de la “Historia de las Religiones”. Éste, abusando del método filológico, ponía el origen de la mitología en defectos del conocimiento del mundo, en faltas del lenguaje, en la confusión y exuberancia de palabras.

El origen de la religión, se explicaba, para él, por la influencia de lo infinito sobre la conciencia humana; el hombre ve hasta cierto límite, y allí se detiene, lo que no abarca lo llena de estupor y como no tiene lenguaje para nombrarlo y lo identifica con, y lo llama, Dios, sin precisar si este dios es uno o múltiple. Müller nunca explicó, sin embargo (y no podía), cómo es posible que en todas partes y en todos los pueblos, la imprecisión del idioma, la confusión de palabras, la ignorancia, sea el punto de partida del hecho más universal que registra la Historia.

Esta escuela mitológica ha tenido muchas variantes: la mitológica natural (que es la que acabo de mencionar), la mitológica astral, el panlunarismo, etc.; todas con los mismos defectos.

Explicación de la escuela antropológica

Según esta escuela el hombre tiene la tendencia de poner en las cosas que lo rodean algo de su propia vida, sentimientos, pasiones, etc. La doctrina de esta escuela se condensa en tres hipótesis que no demuestra.

La primera es un crudo agnosticismo: nada podemos saber de las causas trascendentales, pues no las podemos someter a experiencia; por tanto no debemos buscar el origen de la religión en tales causas metafísicas sino en nosotros mismos. Así decía Réinach: “A menos de admitir la hipótesis gratuita y pueril de una revelación primitiva, es preciso buscar el origen de la religión en la psicología del hombre, no del hombre civilizado, sino del que se aleja más de esta civilización”.

Sería bueno saber por qué su hipótesis, siendo en todo caso también pueril y gratuita, será mejor que la que dice refutar. En fin, no lo dice.

La segunda hipótesis es el postulado evolucionista, llevado a la mayor universalización: todo evoluciona de lo simple y rudimentario a lo compuesto; por tanto, si queremos encontrar el origen del hecho religioso, hay que analizar la religión en los pueblos más salvajes pues son los que reproducen más fielmente el estado primitivo de la humanidad. En todo caso tendrá primero que demostrar esto; pues estos autores podrán discutir si se puede probar o no una revelación primitiva (o sea, una revelación divina al comienzo de la humanidad) pero lo que no pueden es negarla sin demostrarlo, puesto que nada impide que si Dios existe, se revele al hombre; y si así hubiera sido, tal religiosidad sería más perfecta por proceder de una revelación directa de Dios, mientras que las formas posteriores corresponden a una degeneración del sentido religioso; o sea, destruiría esta hipótesis.

La tercera hipótesis es el postulado determinista, según el cual los diferentes cultos se encadenan sucediéndose uno del otro, merced a múltiples factores como la cultura, el medio ambiente, el género de vida, etc.

Es claro que los postulados de los que parte esta explicación son falsos, y apriorísticos sobre todo por descartar, sin demostración alguna, toda posible revelación primitiva y cualquier explicación trascendente. De este modo no sólo se cierran a cualquier explicación sobrenatural, sino también a cualquier explicación científica, pues no hay nada más anticientífico que la negación sin pruebas de la Causa Sobrenatural.

Lamentablemente no tenemos espacio aquí para exponer algunas teorías del hecho religioso que dependen de esta escuela, como son:

-  el animismo (que explica el origen de la religión por la creencia de los pueblos primitivos en las almas individuales y en los espíritus),

- el manismo (hipótesis que afirma que el culto de las almas de los muertos –o manes– es el origen de la religión),

- el magismo (fundado por Frázer, quien hace derivar el hecho religioso de la magia, o comunicación del hombre con un poder o energía misteriosa que, respondiendo a sus invocaciones y ritos, satisface sus deseos);

- el fetichismo (culto al fetiche, es decir, a una representación en madera, barro, piedra, etc., consagradas a diversos genios o ídolos; Augusto Comte, fundador del positivismo en el siglo XIX, supuso que ésta es la primera etapa “religiosa” del hombre);

- el totemismo, que afirma que el origen de la religión se deriva del culto dado a los tótemes, preferentemente animales (el tótem es un objeto material que el pagano mira con respeto supersticioso creyendo que entre él y cada miembro del clan a quien representa el tótem hay una relación íntima y especial), etc.

Explicación de la escuela sociológica

Para esta escuela es la sociedad la que impone mecánicamente el hecho religioso a cada uno de los individuos que componen dicha sociedad; es, por tanto, la sociedad la que crea la noción religiosa; esta noción brota espontáneamente de los individuos apenas se ponen en contacto y hacen vida social; después esta religión se va lentamente purificando e idealizando.

El motivo es que la sociedad para vivir necesita un ideal; lo crea y lo presenta a todos los individuos que la constituyen bajo el aspecto de lo sagrado y la majestad de lo divino. Esta teoría tiene el mérito de reconocer el fenómeno religioso y afirmar, en contra de Comte, que no es una creación artificial sino espontánea; también tiene el mérito de enseñar que la religión es el hecho social por excelencia del que se derivan todos los demás, es decir, que es el vínculo social más fuerte, el factor principal de cohesión entre los miembros de una sociedad; la idea de Dios, aun para el sociologismo, es la única idea que puede inspirar y mantener el espíritu de sacrificio de los individuos respecto del resto de la sociedad (y que acepte esto no es poco decir); también es mérito suyo el reconocer que la religión tiene un aspecto social, es decir, que no es un fenómeno puramente individual (como pretende el liberalismo), que necesitamos una tradición religiosa, que es legítima una sociología religiosa, que la religión es un hecho perpetuo y permanente y que hay concordancia entre las transformaciones sociales y las doctrinas o prácticas religiosas... pero se equivoca en su explicación de base.

Para Durkheim, principal expositor de esta escuela, el hombre nace bestia y es la sociedad la que lo hace hombre; por tanto lo que hay en él de humano es sólo un reflejo o eco de la sociedad; incluso su dimensión religiosa es sólo un eco de la sociedad. Es evidente que tal explicación es viciosa: en algún momento ha habido individuos que terminaron formando una sociedad y al menos en ese momento el proceso tiene que haber sido necesariamente al revés del explicado por la escuela sociológica: los individuos proyectaron sus valores sobre la sociedad que ellos formaron. Cae con esto el principio sobre el que se fundamenta toda la teoría y con ella todas las explicaciones con que conciben los hechos, incluso el religioso.

Explicación de la escuela psicológica

Para esta escuela, iniciada por William James, en su libro “Variedades de la experiencia religiosa”, el hecho religioso consiste, ante todo, en una actitud afectiva; para este autor el sentimiento, asociado a la voluntad, es lo esencial en la religión. Son los sentimientos los verdaderos estados religiosos: al optimismo se reducen las experiencias religiosas de confianza en lo divino, gozo, exaltación, éxtasis; al pesimismo los sentimientos de pecado, remordimiento, arrepentimiento. El fenómeno religioso no es más que una proyección del subconsciente.

Las mismas ideas penetraron en el catolicismo a través del movimiento modernista que reducía la religión y la fe a un sentimiento de indigencia de lo divino. No hay por tanto religión objetiva, ni revelación, ni fe en un Dios que habla verdaderamente al hombre, sino una proyección subconsciente de nuestra necesidad de protección, de seguridad, que descargamos sobre una idea de Dios que nosotros mismos fabricamos sin saberlo.

Esta escuela y sus teorías tienen también sus méritos: reconoce la realidad de las experiencias religiosas y de los hechos de conciencia, despegándose en parte del craso materialismo de otras teorías; no reducen estos hechos a leyes fisiológicas (James ridiculiza a los médicos materialistas que pretenden explicar la conversión moral como una crisis del instinto sexual, o catalogan a Santa Teresa de Jesús como histérica); reconoce la multiplicidad de las experiencias religiosas; proclama el elevado valor de la vida religiosa (considera que la santidad es un factor esencial del bienestar social y cuenta a los santos entre los mayores benefactores de la humanidad).

Pero se equivoca en puntos radicales: reduce todo el fenómeno religioso a la esfera afectiva, no contando los elementos intelectuales (las creencias, dogmas, verdades) que son fundamentales en toda religión; lleva el error del agnosticismo por el cual descarta de sus explicaciones todo lo que sea sobrehumano; como le critica Faguet: “James no dice una palabra, o, por lo menos, será tan corta que se me habrá escapado, acerca de Santo Tomás de Aquino, de Bossuet o San Francisco de Sales. En cambio, todos los hombres desequilibrados que tengan un defecto cualquiera en el cerebro hallan en este libro efectiva hospitalidad”. Además, la escuela psicológica descuida el elemento principal de la religión, la adoración, precisamente porque ésta supone una realidad personal distinta del hombre a la que éste debe someterse, aceptando sus enseñanzas, obedeciendo sus mandatos y propiciándola mediante ciertas prácticas o actos de culto.

Por: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE


Fuente: Del libro Las Verdades Robadas
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