Una adecuada educación
afectivo-sexual puede marcar la diferencia en la vida de una persona
Educar
a los hijos en aspectos relativos a la afectividad y sexualidad no debe
constituir una carga pesada y difícil; más bien debe ser una ocasión para
disfrutar la vida familiar y enriquecer la vida cotidiana. Los padres de
familia son los primeros y principales educadores de sus hijos, también en
estos temas. Los expertos hablan de cuatro criterios claves que hay que
manejar en cuestión de educación sexual.
Primera regla: Llegar a
tiempo
En
este aspecto es mejor no engañarse: nuestros niños saben mucho más de lo que
creemos, por eso es mejor hablar “una hora antes” que “cinco minutos
tarde”.
Ahora
los niños desde tempranas edades manejan toda clase de temas, gran parte se
debe a la facilidad que hay para acceder a la información a través de las
nuevas tecnologías.
Este
hecho ha llevado a que los niños y adolescentes investiguen por ellos
mismos, hallando la mayoría de las veces una información
distorsionada acerca de lo que realmente es la afectividad y la
sexualidad.
Así
que la primera fase de la comunicación con los hijos debe ser dedicada a
escuchar lo que piensan y dicen o a interpretar sus silencios ante ciertas
situaciones. A través de la escucha, se podrá formular las respuestas que
los hijos quieren saber.
Por
eso la necesidad de crear relaciones cercanas con los hijos, de forma que
sean los padres los primeros en enterarse de lo que les sucede, así sean
cuestiones triviales; después serán unas más serias.
Si
ante estas primeras inquietudes, los niños encuentran acogida por parte de sus
padres, entonces los hijos confiarán en esta fuente para futuras inquietudes
sobre sexualidad.
Del
mismo modo, los especialistas insisten en que no se trata de dar una sola
charla sobre sexualidad, sino que se debe hablar frecuentemente sobre
ello.
“Los
hijos viven en un entorno que les comunica continuamente mensajes
contradictorios sobre la sexualidad humana; con frecuencia contrarios a los
valores que usted desearía transmitirles. Por eso, es importante que les
comunique sus valores con un lenguaje lo más cercano posible. La evasión de
temas provocará una curiosidad exagerada en sus hijos, llevándoles a buscar las
respuestas en fuentes que podrían ser perjudiciales“, explican los expertos a
cargo del proyecto de Educación de la afectividad y de la sexualidad humana
desarrollado por la Universidad de Navarra y creadores del sitio Educarhoy.org.
Segunda regla: Hablar con
claridad
Se
debe dar una información clara, es decir, llamar a las cosas por su nombre pero
con respeto. Alfonso Aguiló, reconocido autor de educación familiar dice: “No
es recomendable recurrir a la fábula –hablar de cigüeñas, de que los niños
vienen de París, o historias semejantes– para escapar de las dificultades que
lleva consigo la educación sexual. La naturaleza humana aspira a la verdad y el
niño o la niña, por pequeños que sean, tienen derecho a ella”.
Se
ha notado que los padres sienten demasiado temor a afrontar este tipo de
temas y por ese mismo temor, suelen enredar sus explicaciones al punto que los
niños quedan más confundidos que antes de la charla.
Por
lo tanto, en este aspecto es fundamental que los padres se preparen y lean
sobre el tema, hablen con otros padres de sus experiencias y tengan una
consulta con los sicólogos del colegio. Lo importante es valerse de fuentes
confiables y bien orientadas.
Tercera regla: Brindar la
información de forma gradual
No
se explicarán los mismos temas ni los mismos detalles a un niño de 6 años que a
un adolescente de 14. La información deberá ir nutriéndose a medida que los
hijos van creciendo y van reclamando mayor interés.
En
cuanto a los más pequeños, es recomendable preguntarles qué quieren saber
y a partir de ahí darles una explicación básica sin mayores detalles, esto con
el objetivo de que lo pueda entender y queden tranquilos porque se les ha
brindado la información que ellos solicitaban.
Cuarta regla: Abarcar
todos los aspectos, no sólo los físicos
La
educación afectiva y sexual debe abarcar la totalidad del ser humano, no sólo
los aspectos físicos: “Se trata de preparar a los jóvenes para el amor. Aunque
le hagan una pregunta sencilla, es preciso contestar de manera integrada. Hable
del `cómo´, pero también del `porqué´ de la sexualidad. (…) La sexualidad
tiene que ver con nuestra autoestima y felicidad. Somos seres sexuados
masculinos o femeninos destinados a amar. La sexualidad sana tiene que ver con
nuestro crecimiento y maduración personal armoniosa”, añaden los expertos de
Educarhoy.com.
Una
adecuada educación afectivo-sexual puede marcar la diferencia en la vida de una
persona, por eso es una responsabilidad exclusiva de los padres.
Por
último, no se nos ha de olvidar la regla básica de la educación: instruir con
el ejemplo; ser coherente con la idea de la sexualidad que se les transmite a
los hijos y vivirla en concordancia.
Artículo originalmente publicado por lafamilia.info