Ahora Jaime espera ayudar
a los católicos a entender a los científicos y que los científicos entiendan a
los católicos
Jaime
Maldonado-Avilés es un prestigioso neurobiólogo de la Universidad de Yale que
decidió dejar su vida profesional
para ingresar al seminario de Washington D.C., en Estados Unidos, para
convertirse en sacerdote.
El
científico de 37 años, actualmente en el tercer año de seminario, fue siempre
un buen estudiante y profesional, obtuvo un puesto de post-doctorado en Yale y
ha ganado prestigiosas becas. No obstante, siempre se hizo la misma pregunta:
“¿Es esto lo que Dios quiere de mí?”
En
un artículo de The
Washington Post se narra que, con el tiempo, su vocación al sacerdocio se
hizo demasiado poderosa para ignorarla, por lo que decidió abandonar el
laboratorio de investigación de la Ivy League, un grupo que reúne a 8
prestigiosas universidades del norte de los Estados Unidos.
“Esta
intuición constante, de que tal vez había sido llamado a servir de una manera
diferente... siempre fue frecuente. En diferentes momentos, la pregunta volvía:
si tuviera 90 años, cercano a la muerte, ¿me diría a mí mismo que debí haber
entrado en el seminario?”, dijo al medio estadounidense.
Ahora
Jaime espera ayudar a los católicos a entender a los científicos y que los
científicos entiendan a los católicos. Según una encuesta del
Pew Research Center, el 95% de los estadounidenses creen en Dios, pero solo
un 51% de los científicos lo hacen.
El
seminarista aseguró que un número pequeño pero significativo está pasando de la
investigación científica al sacerdocio.
Cuando
Jaime llegó al seminario de la Universidad Católica de América, muchos de sus
compañeros de clase eran hombres jóvenes recién salidos de la universidad. Pero
también encontró entre sus compañeros un doctor en química, un especialista en
nanotecnología y un médico.
Según
el Arzobispo de Washington, Cardenal. Donald Wuerl, el testimonio de estas
personas quiere decir lo siguiente: “Al estar aquí están diciendo: '¡Hay algo
más!'”.
“Cuando
las cuestiones morales son las que giran en torno a las áreas médicas y
científicas, es ciertamente útil tener gente que realmente entienda ese mundo
para ayudar a refinar y aclarar el pensamiento de la iglesia sobre
esto”, indicó por su parte Ken Watts, un reclutador para el Seminario Juan
XXIII en Massachusetts.
Los
pensamientos de Jaime Maldonado-Avilés sobre el sacerdocio comenzaron en su
juventud, cuando vivía en Puerto Rico. Participó en viajes de misión en la
secundaria y solía preguntar cómo sería la vida de un misionero.
Luego
estudió biología en la Universidad de Puerto Rico, donde obtuvo una beca
honorífica para estudiantes sobresalientes. Después de obtener su doctorado en
la Universidad de Pittsburgh, se fue a un programa de posgrado en Yale, donde
pasó seis años. Se interesó particularmente en investigar las bases moleculares
de los trastornos alimentarios.
Hace
casi tres años, obtuvo una oferta de trabajo que parecía perfecta en la
Universidad de Puerto Rico. El trabajo lo llevaría a casa para estar más cerca
de su familia,
significaría una estabilidad a largo plazo, buen salario y la oportunidad de
realizar investigaciones interesantes y significativas.
Después
de mucha reflexión, Jaime rechazó la oferta y luego comenzó su proceso de
formación sacerdotal.
En
este nuevo camino renunció a algunas cosas. Por ejemplo ya no gana un sueldo,
sino que vive con sus compañeros seminaristas y la Iglesia se ocupa de sus
necesidades; tampoco puede visitar a su familia en Puerto Rico con frecuencia.
“Yo
no diría que estoy haciendo más sacrificios que alguien en un matrimonio, que
requiere sacrificios propios. Si Dios me está llamando para ser sacerdote, también
creo que me dará carismas que me ayudarán”, explicó Jaime.
Su
trabajo en el estudio de las neuronas lo llevó a maravillarse aún más con la
obra de Dios, ya que podía apreciar que “la complejidad y el orden en que las
cosas funcionan en nuestro cuerpo y cerebro, que obliga a pensar que hay algo
más que aleatoriedad”.
Finalmente,
contó que tiene un profundo interés en la bioética, debido a la inspiración
obtenida por un puñado de sacerdotes-científicos de su entorno en la
Universidad Católica de América y algunos de los grandes de la historia como P.
Georges Lemaitre o el P. Gregor Mendel, que originó el estudio de la genética.
También
quiere asesorar a los científicos sobre la ética de su trabajo.
“La
teología tiene que aprender de los consejos científicos. Estamos informados de
cómo funciona la vida. Pero la ciencia también tiene que aprender de la
teología”, concluyó Jaime.
Fuente:
ACI Prensa