7.3.17

LA VOZ DEL EXPERTO. ¿POR QUÉ UN PACIENTE DICE: “NO PUEDO MÁS”?

El final de la vida puede ser un momento muy especial en el que tenemos que ayudar a que un ser humano cierre y complete su existencia

Hay días en los que al despertar, no sabes muy bien por qué, te levantas especialmente sensible, como si quisieras agarrar algo que te falta y sabes te va a completar. Quizá necesitas buscar una razón, redescubrir un significado, devolver algo a alguien que lo necesite especialmente.

Un nuevo día de trabajo ¿es especial o es rutina? ¿Es volver a dejarte absorber por quien está a tu alrededor? Significa estar rodeado por tus compañeros, con los que discutes qué debes hacer para que mejoren los pacientes a los que vas a tratar a lo largo de la jornada.

Mis pacientes son especialmente frágiles, la mayoría de ellos sufren un cáncer avanzado, en el que los tratamientos solo pueden frenar el desarrollo de su enfermedad. O, incluso, ya no se les puede ofrecer más tratamientos específicos. Cuando llega ese momento nuestra obligación, más que nunca, es ayudarles a superar las dificultades que les produce la enfermedad que padecen. En su caso, recurrir a tratamientos más potentes les haría más mal que bien.

¿Qué les pasa? Ven como el avance de la enfermedad les debilita, les va poniendo límites a lo que son capaces de hacer. Cada mes, cada semana, incluso de un día para otro han de asumir que en vez de poder dar veinte pasos, solo pueden dar diez. Levantarse del sillón es subir una montaña. Todo ello, a menudo después de haber estado mucho tiempo luchando por superar una enfermedad.

¿Cómo están? Abatidos, desanimados, viendo cómo se les escapa la vida, agotados de estar como están, incluso esperando que se acabe cuanto antes ¿No es comprensible que se encuentren así? Entonces… ¿Por qué seguir?

Ahí es donde entra nuestro saber hacer como médicos, porque todavía se pueden hacer muchas cosas y, dentro de su fragilidad, el paciente es el que más tiene que decirnos.

Me he cruzado con pacientes desmoralizados que no es que quieran morir, lo que no quieren es seguir viviendo así. Como médico mi papel es que vean que dentro de sus limitaciones hay muchas cosas que pueden seguir haciendo: pueden seguir disfrutando de mil detalles del día a día. Si consigo hacerles ver que valen mucho, si a través de una mirada compasiva consigo que vean reflejada su dignidad, es cuando realmente estoy cumpliendo con mi trabajo. Y para todo esto, no soy nadie especial. Lo único que hago es ayudar a iniciar un camino, y tengo el apoyo de un equipo formado por médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, capellán…

¿Por qué se desmoraliza el paciente? Creo que no es solo por lo que padece, sino por los mil mensajes contradictorios que les mandamos sobre qué es una persona útil. Es normal que un paciente que está sufriendo una enfermedad que ya no se puede curar quiera que todo se acabe porque vive en una sociedad, la nuestra, que le hace creer que es inservible.

Puedo asegurar que cuando les ayudamos a sentir que han “recuperado” su dignidad, porque la ven reflejada en cómo les cuidamos, pasan a ser ejemplos vivos de cómo superar las dificultades. Esos pacientes devuelven todos nuestros esfuerzos con sabiduría y nos enseñan a estar pendientes. Cada paciente es una lección de cómo se puede aceptar el final de la vida creando una relación especial entre su familia, su equipo médico y todas las personas que le rodean.  Los que nos dedicamos a atenderles vemos que no se quejan, que siguen teniendo mil detalles con todos, y de una forma muchas veces difícil de describir pero que se percibe en el ambiente.

El otro protagonista principal es la familia, que en cuanto ve que su ser querido está tranquilo, viviendo hasta el final y disfrutando con ellos, ven más allá de su pena y empiezan a guardar vivencias de ese final como un regalo especial. ¿Dejan de tener pena? No, ¿pasa a ser uno de los momentos más especiales que han vivido? Sí.

El final de la vida puede ser un momento muy especial en el que tenemos que ayudar a que un ser humano cierre y complete su existencia.

Si simplemente lo rompemos como si esa persona fuese un organismo que no funciona, destrozamos una trayectoria vital y desgarramos una familia a la que después le va a ser mucho más difícil recomponerse. Cuidando bien al final de la vida, puede que no obtengamos el beneficio de un final feliz como el de una técnica quirúrgica o una nueva terapia experimental que va a revolucionar la supervivencia en una enfermedad concreta, pero estamos dando respuesta a una necesidad que antes o después vamos a tener todos.

Muchas veces me preguntan por qué me dedico a la medicina paliativa, pues hay quien cree que es muy triste y deprimente. A mí me parece lo contrario, dura, con momentos y situaciones difíciles, pero una medicina en la que aprendo cada día de muchas personas que me enseñan cómo completar su existencia de la mejor manera posible.

Si como sociedad aprendiéramos sobre estas lecciones de vida puede que recuperásemos virtudes cívicas básicas, aquellas que nos enseñarían a ser realmente solidarios con los demás.

Creo que más o menos he puesto palabras a lo que intuía esta mañana.

Antonio Noguera, Programa ATLANTES


Fuente: Instituto Cultura y Sociedad – Universidad de Navarra
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