No hay mejor elogio para
la Virgen de Guadalupe que decirle: “Madre Nuestra”…
Me
conmoví mucho el día de ayer que andaba en la Basílica de Guadalupe al ver la
fe de todos los peregrinos que llegaban de rodillas desde la entrada, le
entregaban ramos de rosas bellísimas a la Virgen, prendían veladoras con mucha
devoción o hablaban con ella en silencio…
“¿No estoy yo aquí que soy
tu Madre?”
Vi
a mi Madre Santísima muy pero muy contenta y me puse a pensar en nuestras mamás,
en cómo cuando les regalamos flores se sonrojan de la emoción. Es más, muchas
de ellas las tenemos tan descuidadas que con una visita o una llamada saltan de
contento.
Imagínense
ahora a Nuestra Madre del Cielo, estoy seguro que con esas visitas a su casa,
con esas flores que le dejas en su altar o con esas velas que le prendes desde
tu hogar se llena de júbilo y se sonroja ante esos bonitos detalles.
Como buena madre a todos
nos ama
Observé
también que todo tipo de personas se reunían a sus pies. Había algunos de la
ciudad, otros de la provincia, unos pobres, otros ricos, unos jóvenes y otros
muy mayores… Una inmensa variedad de hijos e hijas… Y a todos, a cada uno
de ellos los miraba con amor y ternura.
De
entre esas miles de personas seguramente estaban los que todos los días invocan
su protección, aquellos que algunas veces y muchos otros que sólo cuando tienen
una gran dificultad van a verla… Pero mi fe me dice que con todos y cada unos
de ellos se emocionaba y conmovía…
Y
es que como buena madre a todos nos ama, somos sus hijos y le dolemos por
igual. Me acordé de esas mamás que aunque no tienen el mejor hijo
lo defienden y lo cuidan o las que tienen hijos no tan agraciados pero para
ellas son los más bellos… Es lo mismo con nuestra Morenita del Tepeyac: a
todos, absolutamente a todos nos ama por igual.
¡Así
es que no tengas vergüenza o miedo, acércate a ella, TE AMA! No
importa que no seas tan cercano o que no te portes tan bien, ¡ella sabe muy
bien tu nombre y TE AMA!
Yo no te he traído nada el
día de hoy
Qué
contento me sentía en la Basílica hasta que me di cuenta de que yo no le
había llevado nada a la Virgen. Me sentía avergonzado de ir con las manos
vacías…
En
eso me acordé de una mamá que llegó a la parroquia un día de las madres. Me
decía que su hijo era alcohólico y golpeaba a su esposa y esa mañana había
llegado a su casa con un ramo de rosas, pero ella le rogó: “Hijo, te quiero
mucho y tus flores me gustan, pero mejor regálame tu sacrificio y cambia de
vida”.
Cuánta
razón tienen las mamás. Estoy seguro de que todas ellas sacrificarían sus
regalos por ver a sus hijos e hijas bien, libres de adicciones, de maldad, de
problemas, de tristezas, de violencia, en pocas palabras: por verlos bien.
¡Cuánto más la Reina del Cielo!
Así
es que me hinqué y le dije: “Madre mía, vengo con las manos vacías pero con el
corazón lleno, te lo regalo y prometo esforzarme por ser un buen hijo, un buen
sacerdote…” Y en mi corazón ella me abrazaba: “Un corazón bueno es el
mejor regalo”.
Te
recuerdo a ti también: La Virgen te ama, eres su hijo y te recibe siempre con
los brazos abiertos, como madre se alegra con tus oraciones y regalos, pero
llora de emoción cuando le ofreces ser mejor, tú sabes bien a lo que me
refiero, todos podemos mejorar… Así que anímate, regálale a tu Madre Celestial
alejarte de aquellas acciones que ofenden a su Hijo Jesucristo, lastiman a los
demás o a ti misma/o.
Padre
Sergio
Fuente: Aleteia