El
Corán menciona a ciertos elegidos particularmente cercanos a Dios
Sí,
pero con matices. El Islam tiene santos (walī), aunque no en el sentido en que
habitualmente los concibe el cristianismo. De hecho, el culto a los santos no
es de origen coránico y ha estado mal considerado e incluso duramente
perseguido. Sin embargo, estas figuras poseen unas características especiales
que las hace destacar espiritualmente.
La
santidad es un atributo de Dios y le confiere este don a quien Él escoge, de
acuerdo a su sabiduría y bondad supremas. El Corán hace mención de ciertos
elegidos que están particularmente cercanos a Dios: sabios, creyentes, piadosos
y virtuosos.
La
palabra “santo”, no sólo es uno de los nombres de Dios (Qur. 2, 258), sino que
también significa compañero, protector, bienhechor. En sentido religioso,
podría traducirse más por “santón”, el que conoce a Dios (sea hombre
o mujer, waliya). Siempre han existido figuras así en el islam. Podría
decirse que ejercen un papel de símbolo espiritual de referencia.
Como
personas de Dios, poseen ciertas cualidades espirituales. La primera de ellas
es la de ser creyente. Esto no resulta una obviedad si consideramos que debe
guiarse en todo momento por los mandatos de Dios, algo que implica un rechazo
explícito de todo aquello que pueda estar prohibido por Él.
Deben
amar y defender la verdad en todo momento y cumplir todos los actos de
adoración establecidos. Asimismo, deben esforzarse constantemente por huir
de lo terrenal y perfeccionarse a sí mismos. En ellos debe reflejarse una
moralidad transparente, modelada sobre la ética del Corán y la Sunna.
Todo
ello hace de estas personas poseedoras del Qutb (el eje, el centro). Es decir,
son depositarios de la luz y el fuego, símbolos de la energía divina. Un
don que son capaces de irradiar, convirtiéndose en referentes de su tiempo y
que refleja una relación de intimidad con Dios.
Personas
dignas de ser seguidas en cuanto que poseen autoridad moral y ética, símbolos
más altos de santidad. En este sentido, manifestarán un alto grado de
ascetismo, liberados del yugo de las pasiones. También poseen la capacidad
de derramar bendiciones y el don de hacer milagros (karāmāt). Sus hechos
están compilados en los Manāqit.
Indudablemente, la
figura de los santos o santones posee un contenido cultural importante. Vivos
o muertos, los santos (también conocidos como murabit, muley o sidi en
el Magreb) son objeto de las visitas de las gentes deseosas de beneficiarse de
su influencia y recoger su baraka (bendición).
La veneración a
los “santones” se ha reforzado con el sentimiento popular especialmente en
África del Norte y Magreb. En estas zonas adquirió un desarrollo y perfiles
particulares. Podemos encontrarlos como patronos de ciudades e incluso de
algunos oficios: Sidi Mahrez de Túnez, o Sidi Bumedian de Tlemcen.
Muchos
de ellos solían vivir en construcciones fortificadas que protegían las
fronteras del islam (ribat o morabitos). Posteriormente, las tribus y
familias que habían tenido entre sus miembros a un santo, pasaron a “heredar”
sus bendiciones y han constituido en muchos lugares una especie de grupo
privilegiado con importante influencia en Marruecos, Argelia o Túnez.
No
hay que olvidar que ha habido muchas mujeres musulmanas que han
ingresado en la categoría waliya (santa). Entre ellas hay que
mencionar a la hija del Profeta, Fátima Az-Zahra, a su esposa Jadiya, su nieta
Zainab. Fuera de las allegadas a la Casa del Profeta, podemos nombrar a la
mística Rabi’a al-Adawiyya (siglo VIII DC).
María Angeles Corpas
Fuente:
Aleteia