El
cuerpo puede ser un aliado en la oración, nunca se reza sin él, a cada uno le
corresponde encontrar la postura que le ayude más a llegar al fondo de su
corazón, lugar de toda verdadera oración. Aquí algunas pistas para rezar de pie
Es
importante tomar conciencia del cuerpo cuando uno reza de pie, en privado o en
público. Los pies reposan bien planos sobre el suelo, juntos o ligeramente
separados, plantados en el humus de nuestra humanidad.
Es
bueno sentir este suelo que nos liga a la tierra, humildemente. La pelvis está
derecha, para el equilibrio y la estabilidad. La parte posterior debe estar
derecha, sin esfuerzo ni tensión.
La
mirada puede estar centrada en una cruz o un icono, después cerramos los ojos
para dejar hablar al corazón en silencio, al ritmo lento de la respiración,
como un movimiento de amor.
Hay
una geografía del cuerpo que recoge todo nuestro ser para ofrecérselo al Padre.
Si se extienden los brazos, el cuerpo toma la forma de la cruz. Como un árbol
arraigado en el suelo despliega sus ramas hacia el cielo, abrazamos el mundo
con Cristo. ¿No hemos sido creados para abrir los brazos y para amar?
De
pie, en el centro del cuerpo está el corazón, punto de unión de lo horizontal y
lo vertical, alianza de la tierra y del cielo, reencuentro del exterior y del
interior. María es una bella imagen de un corazón abierto y ofrecido. Stabat
Mater, derecha al pie de la cruz, se eleva con el Hijo para no ser más que
ofrenda, cuerpo y alma.
Las
manos pueden tomar distintas actitudes: elevadas al cielo en gesto de ofrenda,
dobladas sobre el pecho en signo de escucha, juntas para la atención a la
presencia de Dios, con los dedos cruzados para la súplica o el recogimiento en
Dios, con las palmas abiertas en signo de acogida…
“Que
mi oración ante ti se eleve como incienso, y mis manos, como ofrenda de la
mañana” (Salmo 140, 2)
Jacques Gauthier
Fuente:
Aleteia