"Fiat":
El amor en femenino
Decir
“sí” a nuestra máxima vocación como mujeres en estos tiempos no es fácil. Por
esto es importante contemplar el fiat (hágase) de María cuando se le
anunció que iba a ser madre. ¿Cómo fue su respuesta ante el anuncio del Ángel?
“Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
El fiat de
María es el sí más absoluto que podía salir de ella. Manifestaba la grandeza en
sí como mujer y la calidad de su corazón así como su compromiso con la
sociedad. Dice que se haga, no un “lo pensaré”. Necesitamos volver a
Nazaret y contemplar al modelo de mujer que hemos heredado nosotras las
cristianas.
Contemplar
a la Santa Virgen para muchas mujeres es como contemplar a una mujer más allá
de las propias posibilidades. Cuando en realidad, María representa todo lo que
nosotras las mujeres modernas de hoy podemos llegar a ser como compañeras,
madres y transformadoras de la sociedad.
– Compañeras: que
se traduce en sostenimiento y apoyo. Y para poder serlo hay que estar
una misma bien asentada; pero esto sólo es posible si interiormente todo está
en orden debido y descansa en equilibrio. No podemos aspirar a ser
sostenimiento y apoyo de un esposo si no hay paz interior y armonía en nuestro
mundo íntimo.
Por
esto es tan importante que volvamos y examinemos si somos mujeres de oración.
La oración, como decía la Madre Teresa de Calcuta, es como la gasolina para los
automóviles. Sin esta, el carro no funciona, incluso aunque todo su exterior e interior
esté perfecto. Sucede lo mismo en nosotras, la oración es lo que hace que
nuestro cuerpo funcione óptimamente. Con una capacidad que sólo puede venir a
través de esos minutos a solas conmigo y mi Padre Dios. Prepara todo nuestro
sistema nervioso y espiritual para la entrega.
– Ser
madre: es proteger, custodiar y llevar a su desarrollo la humanidad verdadera.
Sí, esto es ser madre, podemos resumir en una palabra tomada de Carmen
Balmaseda en su libro, La Mujer Frente a sí misma que, en definitiva,
si soy mamá, “estoy atenta”. ¿Estoy educada para ello? ¿Cuál es mi actitud
hacia la persona? ¿Qué es el hombre, el hijo, la sociedad para mí?¿Cómo es la
calidad del amor que brindo?
Realización:
Según
la Carta apostólica de san Juan Pablo II La Dignidad de la Mujer, la
virginidad y la maternidad son dos dimensiones particulares de la realización
de la personalidad femenina.
La
mujer encuentra y experimenta una plena realización de su ser al convertirse en
potencialmente portadora de la vida. Por esto es que se hace tan necesario
volver a la pregunta ¿qué es el hombre, el hijo, la sociedad para mí? ¿Soy
consciente que el hombre es el único ser de la creación que Dios a amado por sí
mismo?
Esto
nos hace ver que también yo decido por mí misma y encuentro mi propia plenitud
y felicidad en la entrega a los demás. Ser madre es entregarse, es abrirse, es
elevarse a otra dimensión. La del fiat, la de la generosidad. Ser esclava,
“porque a mí me da la gana” y al hacerlo no sentirme de la época pasada. Es la
pura manifestación del amor, y el amor es el área en donde los valores son
especialmente realizables.
San
Agustín decía: mi amor es mi peso; por él voy dondequiera que voy; amor es
gravitación hacia lo amado. ¿Hacia dónde estoy gravitando yo como mujer? ¿Cómo
es mi apostolado hacia aquellas mujeres que se cierran hacia el don de la vida?
¿Pienso que no es mi problema? Y si ya soy madre, ¿cómo está siendo mi
entrega?
Cada
minuto que pasa, cada segundo es una oportunidad en el tiempo que se nos da
para brindar lo mejor de nosotros mismos. San José María Escrivá de Balaguer,
fundador del Opus Dei, escribía en su libro Camino: cumple el pequeño
deber de cada momento. Haz lo que debes y está en lo que haces.
Por
esto no debemos olvidar que cuando estamos al cuidado de nuestros hijos,
estamos escribiendo una novela, una historia personal que quedará grabada en lo
más profundo de sus corazones. Si soy madre debo sentirme plenamente
realizada y esto se verá en mi apertura para con mis hijos porque realmente
“estaré” con ellos y para ellos.
Entrega:
La
entrega es tener la valentía de renunciar a ser egoísta y decir sí al amor
y los cuidados que vienen de la mano con el hijo. La entrega es estar
dispuesta a quedarse en casa y desarrollar los seminarios de relaciones humanas
que sabemos serán los más importantes de su vida.
La
verdadera entrega te lleva a renunciar a las ganas de brillar; a quedarse con
esa criatura o criaturas las 24 horas del día y abrazada a ese trabajo
escondido y enseñar lo que es el amor, un término sublime tan
maltratado en nuestros días. No se enseña con palabras, mucho menos
inscribiendo a nuestros hijos en los mejores colegios. Se enseña con el “sí, el
fiat”.
La
felicidad es una meta natural en el hombre, pero esta es una consecuencia. La
felicidad se encuentra en la atención a otro ser humano. Al tener nuestra
atención desde nuestro mismo fondo y desde nuestro corazón, podremos
experimentar ese gozo espiritual que se llama alegría.
Es
la serenidad silenciosa que descansa en el fondo de cada una al ejecutar con
amor total la tarea de cuidar, formar, iluminar el conocimiento y las ventanas
del entendimiento hacia la experiencia de ser un ser humano.
Conocedoras
de esto, el aburrimiento que viene con la rutina será más fácil de sobrellevar
porque sabremos que en todo momento estamos siendo útiles; sembradoras de
nuestras propias tierras.
Dios
nos hace “ver” claramente que las citas de negocios se convierten en visitas al
doctor y se disfrutan lo mismo. Los compromisos de eventos y fiestas se convierten
en compromisos de paseos y entretenimientos para la educación intelectual y
motriz de los niños y nos llevan a nosotras mismas a un aprendizaje diferente.
El traje sastre y los zapatos de tacón vienen a ser sustituidos por camisetas
blancas y un par de blue jeans.
¡Qué
profesionales somos al quedarnos en casa!, !Desarrollando el prestigio más
importante y sublime de todos en donde “la justicia y la paz se abrazan” al
pronunciar aquel sí, gracias al cual “la tierra da su fruto”.
Por
Sheila Morataya-Fleishman
Fuente: Fragmento de un artículo publicado originalmente por Encuentra.com